Dejaré caer la cédula para decirles que recuerdo cuando se estaba construyendo Atlapa. Era yo una niña que aguaitaba por la ventana del bus Panamá Viejo-Calle 12-Ruta 2; seguro vendríamos de hacer algún mandado en la avenida Central. Pelaba los ojos admirada por las retroexcavadoras rugiendo casi frente al mar. La escena llamaba la atención porque entonces no era como ahora, no había grúas por toda la ciudad levantando rascacielos.

Se estrenó con mucho caché y piquete –vamos a hablar como se hacía entonces, en 1980–, como el flamante Centro de Convenciones Atlántico Pacífico (Atlapa). Ya se sabe con qué nombre se quedó. Era un edificio vistoso, moderno, y la selección de los nombres de los salones como Anayansi, Las Huacas, Las Totumas, rendían tributo a Panamá.

El gobierno militar y el Instituto Panameño de Turismo (Ipat), se enorgullecían de esta construcción, y con razón.

Creo que la primera vez que tuve la gran oportunidad de entrar fue en uniforme escolar para un festival de la infancia y la juventud, un evento antecesor de Juvenalia. Estoy bastante segura de que la organizaba la Asefuded (Asociación de Esposas de las Fuerzas de Defensa de Panamá). Otra vez la década de 1980. ¡Uy! Vuelvo a recoger la cédula.

En mi mente cucaracheo estas memorias amarillentas desde que supe que en mayo de este año se desistió de la venta de Atlapa, por ahora. El gobierno intentó venderlo por 120 millones de dólares, aunque se había fijado un precio de 90 millones. Luego de tres intentos nadie lo compró.

Así pareciera que nadie quiere ese lugar, pero para muchos capitalinos ha sido parte de nuestras vidas. Mi graduación de primer ciclo y de bachiller fue allí, qué honor. De grande trabajé en Atlapa en ferias para niños con la revista Aprendo, y después como periodista asistiría allí a muchas actividades. En el teatro Anayansi escuché a Pablo Milanés. Caminé emocionada por la primera Feria del Libro de Panamá, y esa feria, años después, sería el marco para presentar dos libros que llevan mi nombre en la portada, lo que saca pecho a mi mamá. La Feria Nacional de Artesanías se volvió una de mis citas imperdibles junto a mi mamá. En una de sus exposiciones de vivienda encontré mi casa. Quiero apretar más recuerdos aquí, pero no caben.

¿Saben que hoy Atlapa sigue teniendo gran demanda? Entre eso de que si se vendía o no, muchos organizadores de eventos se quedaron sin fechas para sus actividades. El gobierno construye otro centro de convenciones en Amador y por eso necesita vender Atlapa. Llegar hasta allá me parece tan complicado y lejos en distancia física, pero más lejos de mi corazón.