El año pasado fui a una práctica de tonadas en La Villa de Los Santos. Personas de todas las edades se reunieron esa noche. Un amigo me hizo notar que más que practicar las tonadas, era un espacio para reunirse y socializar. A él se acercaron varios a saludarlo, algunos cruzaban desde la otra esquina para estrechar su mano.

En un momento me dijo: “mira qué diferencia. En Panamá, la capital, tratamos por todos los medios de no saludar a la gente; vemos a alguien a lo lejos y preferimos hacer como si no lo hemos visto”.

Mi primer manual infame del año lo dedico justo a cómo perfeccionar esa antisocial y hasta descortés técnica: cómo no saludar. Capaz que usted lector sabe más que yo, sin ofender.

1. Suba al ascensor siempre sin decir media palabra. Esos que están allí no merecen una cortesía.

2. Si en el supermercado encuentra a su jefe en el pasillo de las carnes, usted corra al de los jabones.

3. Cuando usted y la vecina hablantina lleguen al  mismo tiempo al estacionamiento, ¡no salga del carro! Espere a que ella se vaya. Evite por todos los medios el contacto visual. Mientras tanto, puede fingir que busca algo en la guantera.

4. Entre a la casa de sus futuros suegros y no les dirija la palabra. Su asunto es solo con el hijo de ellos. Esta es una actitud casi kamikaze, pero conozco al menos dos casos.

5. Sí, es verdad, le han presentado cinco veces a esa persona, pero usted vuelva a hacer como si no la conoce. Ella no se da cuenta.

6. No salude a sus excompañeros de trabajo, excompañeros de clases o exsocios del club de jacks. ¿Acaso usted está corriendo para diputado?

Alguien solía decirme que de los saludos nadie come, que no me preocupara si alguien me ignoraba olímpicamente.

Por mi parte, procuro saludar, porque un chorrito de cortesía hace un mundo menos peor. Digo yo.