Como Némesis, la diosa de la venganza, estaba sobrecargada de trabajo, empezaba a perder pelo y a tener gastritis, se decidió a delegar funciones, y dejó a los zapatos para infligir a la humanidad el dolor y el sufrimiento que a ella ya no le daba tiempo causar. Eso explica las siguientes cuatro verdades:
1.Aquello de “lo barato sale caro” se oyó decir por primera vez a alguien con los pies doloridos que se creyó muy listo por ahorrarse unos centavos. La semana pasada en un almacén escuché una voz seductora que me surruraba: “llévame contigo”. Voltee y descubrí unos preciosos tacones turquesa a $6.99. Salí huyendo hacia el pasillo de ropa interior. Decir que no duran es lo de menos. Los zapatos baratos están hecho de materiales tortuosos, que no dejan respirar el pie, con una suela tan mala que se calienta y permiten sentir cada piedrita que se pisa.
2. Usted las pagará si compra zapatos chicos. Casi todos hemos pasado por lo siguiente: entrar a la zapatería y encontrar un precioso par de buena marca y a precio rebajado. La tentación es demasiado grande. Solo hay un pero. Son de una talla menor de la que usamos. Uno duda si llevarlos o no, pero el vendedor dice las palabras mágicas: “Llévelos, ellos estiran”. ¡Qué mentira!
Uno puede pasar el día con una camisa apretada –cuando más se le dispara un botón– pero nadie puede pasar más de un par de horas con un zapato que le apriete. Hasta a Chuck Norris se le aguan los ojos.
3. Se vengarán si usted no les da su tiempo. ¿Piensa bailar toda la noche en una boda? ¿Planea irse de excursión a un país donde tendrá que caminar y caminar? No se le ocurra llevar zapatos nuevos o ya verá lo que es bueno. Ellos necesitan tiempo para conocer su pie.
4. Le harán arrepentirse si usted no los usa. Si lo invitan este fin de semana a caminar por el Parque Metropolitano le advierto que no se fíe de ese par de zapatillas que tiene allí en el armario. Sí, esas que no ha usado en 8 meses. Ellas ya se están riendo de lo que traman. Antes de la mitad del camino por el sendero del bosque tropical usted se encontrará con la suela despegada. Tendrá que amarrársela con los cordones.
La misma maldad le hará cualquier zapato que usted tenga rato sin usar. “Ah, sí, ahora es que te acuerdas de mí. Espérate, vas a ver”. No importa si están casi nuevos.
Hay quienes dicen que es la humedad de Panamá la que daña los calzados. Yo sé la verdad: los zapatos son vengativos. Quieren sangre, o por lo menos vejigas.
Así que pelen el ojo con ellos. De lo contrario ellos les pelarán los pies.

