Fue la nutricionista Elsa Arosemena la que me presentó a Maye Musk. Me habló de esta nutricionista canadiense sudafricana, modelo activa, que había vivido en un montón de ciudades y que a los 70 años había publicado su biografía. Su historia la había inspirado a escribir su propio libro.

Me fui a Kindle y compré el libro (primero, leí la muestra que te dan gratis) y descubrí que, además, era la mamá de Elon Musk, sí el de Tesla, Pay Pal, X Space y siga por ahí.

Es un libro donde la sra Musk, aunque pudiera, no viene a dar lecciones  sobre criar hijos exitosos, ella escribe sobre su propio crecimiento personal.

Nació en una familia aventurera. Su padre un día vio un letrero de ‘se vende’ junto a una avioneta, y cambió su carro por aquel armatoste volador, sin saber pilotear aún.

De Canadá, su familia se mudó a Sudáfrica, con todo y avioneta. Sobrevolando Sudáfrica vieron los árboles de jacaranda en flor en la ciudad de Pretoria, y lo consideraron una buena razón para vivir allí.  No en Johanneburgo, como habían planeado y les habían recomendado porque en esa ciudad se hablaba más inglés que afrikaans.

Esa forma aventurera de ver la vida, forjó el carácter de la sra. Maye. Constantemente su familia iba de excursión en Africa. A veces se perdían, se dañaba el carro o la avioneta; todo lo arreglaba el papá. Espantaban hienas y leones por la noche. Vivían al límite, pero con sensatez, siempre con un plan. Por eso su libro se llama Una mujer, un plan (2020).

El plan no significa que todo ira perfecto, si no que en cuanto se tuerzan las cosas, y se van a torcer, podrá hacerse otro plan. El de Maye era graduarse de nutricionista, pero antes alguien la convenció de entrar a un concurso de belleza. Aunque pensó que era una pérdida de tiempo, se metió y eso cambió su vida.

Ganó un contrato con una agencia de modelos y la oportunidad de ganar dinero modelando. Incluso años después fue modelo de tallas grandes, y le fue bien porque entonces no había otras en Sudáfrica.

Los comerciales con glamour para Maye Musk vinieron cuando se dejó las canas. Pero me estoy adelantando. Mucho antes, conoció al sr. Musk, un patán con el que se casó.

Después de tres hijos, y de casi matarla a golpes, huyó de su esposo. Como no se veía trabajando en un hospital  y necesitaba tiempo para sus hijos, puso su consulta privada. Sus hijos la ayudaba a veces en la recepción y pequeños trabajos administrativos.

Maye se mudó varias veces de ciudad.  Eso le enseñó a perder el miedo a empezar de nuevo  y a no aferrarse demasiado a las cosas.  En una nueva ciudad llamaba a los doctores del área, aunque no los conocía, para que le refirieran a sus pacientes que requerían asesoría nutricional y  mejorar su tratamiento. Cuando los doctores veían resultados le referían más pacientes.

También en cada ciudad se acercaba a las agencias de modelo para pedir trabajo. Hacía fotos para catálogos de tiendas de colchones o batas de dormir. Tal vez no era glamouroso, pero era trabajo y lo disfrutaba.

Como se mudaba mucho, buscaba inscribirse en asociaciones, o hasta formarlas, para hacer amigos y establecer relaciones. No se volvió a casar,  aunque se dio la oportunidad de salir con varios hombres. En su libro reflexiona, que en su época todos se casaban al principio de los veintes. “Nadie me dijo que podía ser feliz sin casarme”.

La sra. Maye es lo que hoy llamaríamos una baby boomer. Una generación a la que a veces se etiqueta del pasado o de ideas rígidas. Pero esta mujer es uno de esos muchos ejemplos de que no debemos etiquetar, ni etiquetarnos.

Este libro no es un manual de vida, pero es un reflejo de ella. La vida va de equivocarse, de reponerse, de cambiar de rumbo. Pero si quieres una vida plena tienes que intentar conocerte. Subrayé muchas frases y esta es una: “No siempre tienes que hacer lo que se espera de ti. Puedes seguir tu propio instinto, tus propias normas, tu propio camino”.