A la brasileña Rayssa Leal la apodaron la hada patinadora. Cuando tenía 7 u 8 años de edad salía, sobre su tabla de patinar, vestida de hada. Para ella, tenía bastante sentido  hacer lo que más le gustaba mientras llevaba su disfraz favorito. Alguien la grabó y su imagen se hizo famosa en las redes sociales.

Quizás alguno de ustedes vio a Rayssa, hace una semana, ganar la medalla de plata en las olimpiadas. Tiene 13 años de edad. Es una pelaita prodigio sobre ruedas y que además patina con alegría. Lo  disfruta, incluso cuando se cae. Algo que pasa bastante si patinas.

Ese mismo entusiasmo puede verse en  Margie Didal, una patinadora de Filipinas que no ganó medallas, pero sí la admiración del público por esa alegría que mostró al patinar en esa pista olímpica.   Claro, ustedes me dirán, cómo no estar contentas si se la pasan patinando y ahora hasta lo pueden hacer en la olimpiadas. Les doy algo de razón.

Pero, por estos días he estado pensando mucho en eso de traer más alegría a nuestra vida. Buscarla, encontrarla y no dejarla ir fácilmente. La gente que tiene la capacidad de disfrutar con su trabajo, con su vida en familia  la pasa mejor y contagia a los demás.

Por alguna razón se nos ha hecho creer que la alegría es el enemigo de la seriedad y de hacer las cosas bien. Vamos a la escuela a aprender a ser ordenados y series.  Mostrar alegría es visto como señal de desorden y cuidado que hasta de falta de respeto.

Pero a pesar de todo ese entrenamiento, la alegría es algo que nos gusta y que nos atrae. Todos hemos conocido al dueño de una tienda, un despachador o hasta un peluquero que nos gusta por su trato alegre.  Queremos ese entusiasmo en nuestras vidas.

Tal vez por eso escuché hace poco a una señora emprendedora hacer una pregunta a Marie Forleo, una empresaria estadounidense del mundo digital: ¿cómo puedo incluir alegría mientras emprendo? Todo el mundo pregunta cómo vender más, cómo innovar o cómo ganar nuevos seguidores. Pero creo que esa señora daba justo en el clavo con algo que se nos está olvidando.

Nos toma tiempo descubrir, si es que lo descubrimos, que estar alegres es algo que solo depende de cada quien. No tiene que ver con la lluvia ni con haber nacido en Panamá o en París. A menos que se sufra de algún tipo de depresión, incluir ese tipo de alegría en nuestras vidas es una elección. Puede ser más fácil hacerlo si estamos agradecidas.

Aún estando en un trabajo que a uno no le gusta, puede encontrar razones  para disfrutarlo y hacerlo con alegría, al menos mientras encuentra otro. Quizás ese trabajo le ha permitido conocer gente interesante, descubrir algo de usted y siempre está el hecho de que le pagan por hacerlo.

La vida es una lucha y más todavía si  decidimos que así sea.