No podíamos creer lo que la colega número uno nos contaba, pero era cierto:

—Miren esto, fulana va a sacar un libro.

—¡Fulana! ¿Cómo así?, si ella no sabe escribir, dijo la colega número dos.

—Bueno, recuerda que ella hacía los pies de foto de una revista, respondió la uno.

—Los escribía llenos de errores, yo se los tenía que corregir, dijo la colega dos.

— No puedo creer que ella va a escribir un libro.

— Dice aquí que es su segundo libro, parece que el primero lo entregó por capítulos vía WhatsApp.

Al entrar en el Instagram de esa persona nos dimos cuenta de que ya tenía en su perfil: ‘escritora panameña, autora de dos libros’. También en su Instagram había un anuncio de una conferencia sobre letras panameñas y ella era invitada.

Quienes estábamos allí no lo podíamos creer. Todas éramos periodistas, éramos muy buenas, todas teníamos la ilusión de escribir un libro, algún día, y sabíamos que al hacerlo nos quedaría muy bien.

El asunto es que no lo habíamos hecho, ni siquiera teníamos un capítulo, ni el tema.

Mujeres inteligentes como somos, sabíamos que la culpa de nuestra inacción no era de aquella que se tiró a la candela y que no ponía excusas para alcanzar sus sueños, como nosotras.

Todos tenemos ese amigo cocinero que debería poner un restaurante. O el amigo experto en programación que ya debería tener su propia aplicación millonaria. También conocemos a la pelá artista que debería estar vendiendo obras por su cuenta y no trabajando en una empresa de diseño gráfico. Pero no lo están haciendo.

Los más talentosos no necesariamente triunfan. Además de ser bueno en algo tienes que tener fe en ti y valor para arriesgarte. No importa si fallas.

Aunque no celebro la mediocridad (hay mucha gente haciendo libros y otros productos de mala calidad), sí me quito el sombrero ante la gente que se atreve, eso a veces le falta a los que saben o creen saber.