Mientras escribo esta columna estoy en el mejor lugar posible. ¿Qué dónde es eso? Pues aquí, con mis pensamientos. Tranquilita, donde nadie me ve.
Para explicarme mejor: es mi equivalente a estar en un hotel, tipo The White Lotus, pero sin asesinatos ni intrigas. Frente a una piscina en calma. Si acaso un pajarito llamando la lluvia, y yo con mi juguito de guava piña, lleno de hielito. Sí, para mí eso es escribir: el mejor lugar del mundo.
Esa es mi zona de confort. Y qué cómoda se siente. Tanto, que hasta tiene para ajustar el respaldar. Siento una brisita rica. Casi me da por entrecerrar los ojos… pero no, si me descuido, esta columna me queda peor, con más faltas de ortografía de las que ya le tengo acostumbrada.
Bueno, les doy la razón: no todo es tan idílico. Porque desde aquí, me entera de cosas que incomodan: que una colega está dictando conferencias, una vecina está organizando talleres, ¿aquella que estuvo conmigo en la universidad está escribiendo un libro? y otra que conocí en un congreso está montando un negocio… y aparece la vocecita: “Eso yo también lo hubiera podido hacer”. Claro que sí, pero no lo hice. Porque me cuesta salir de la zona de confort.
Y cuando alguien me invita a moderar un panel, presentar un libro o dar una charla formal, lo primero que pienso es: “¿Yo? ¿Por qué?“, ”Hay otras que lo hacen mejor”. Hasta tengo unos números de contacto para recomendar. O sea, si me llaman a hablar con estudiantes en una escuela, voy feliz, eso me llena de energía. Pero si hay podio, micrófono y saludos protocolares, lo que quiero es salir huyendo.
Tengo que reconocer que esta zona que tanto defiendo ya no es tan confortante. Tiene las esquinas duras, como hamaca vieja que se hunde en el medio. Y sí, aquí estoy tranquila, pero también atrapada.
Así que toca moverse. ¡Uf! Como cuesta… Ya sé: Allá afuera habrá papelones, cancaneos, tropiezos y pena ajena que yo daré. Pero también hay crecimiento. La oruga que no se convierte en mariposa quedándose cómoda en su capullo. Y si termino con las alas un poco chuecas… peor sería seguir aquí sentada esperando que la brisa me dé otra excusa.
Vámonos de aquí, ¿Se vienen conmigo?
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