La mujer moderna sabe que no puede ni debe depender de otra persona en lo que respecta a sus finanzas personales. La mayoría tiene como objetivos principales tener una casa, ahorros, asegurar su vejez, la educación de los hijos y tener un patrimonio que pueda dejarles.

Mi experiencia me dice que las mujeres saben, en la mayoría de los casos, mucho mejor que los varones, qué quieren, pero dudan mucho más a la hora de implementar las ideas y planes, y elegir alguna estrategia de inversión adecuada.

Para planificar financieramente su vida, es preciso que toda mujer lleve a cabo un proyecto de Planificación Financiera Personal, o FLP, por sus siglas en inglés.

Veamos los cinco pasos imprescindibles que forman parte de este proceso:

1. ¿Qué quiero? Lo primero que debe hacer es plantearse cuáles son sus objetivos vitales, que responden al por qué invertimos y para qué queremos invertir. Algunos ejemplos de preguntas que podemos hacernos son: ¿puedo darles a mis hijos una buena educación? ¿Podré mantener mi nivel de vida en el futuro? ¿Cómo puedo ser independiente económicamente? ¿Puedo cambiar de actividad profesional? Un buen plan de inversión comienza con la definición de nuestro propio plan personal y vital, pues quien tiene un por qué, encuentra un cómo.

2. ¿Cuánto cuestan mis objetivos? En segundo lugar, tenemos que ponerles números a nuestros objetivos. Para ello, debemos pensar cuándo van a comenzar, cuánto durarán, y estimar cuánto costarán. Cuando hagamos este ejercicio, es importante que no olvidemos que el coste económico lo calculo hoy, pero que el dinero lo necesitaré pasado un tiempo. Por este motivo, hay que valorarlo teniendo en cuenta la inflación. ¿Se había planteado que $4,000 mensuales de hoy equivaldrán –con una inflación del 2%– a $2,700 mensuales dentro de 20 años? Hacer el ejercicio propuesto nos permitirá valorar el coste de nuestro objetivo y, con ello, la cantidad que necesitaremos disponer anualmente de nuestro patrimonio para financiarlo. También marcará el horizonte temporal de las inversiones.

3. ¿Qué tengo? Llegados a este punto, tenemos que ordenar y valorar los medios económicos con los que contamos, por lo que debemos hacer un inventario de nuestros activos y pasivos para entender a cuánto asciende nuestro ahorro actual y también nuestras fuentes de ingresos y gastos, así como su evolución previsible en el tiempo. La diferencia entre ambas partidas nos ayudará a entender cuánto somos capaces de ahorrar cada año. Independientemente de cuál sea nuestra meta, es importante saber de dónde partimos y cuáles son nuestras proyecciones de ingresos y gastos. Solo conocer nuestros números nos permitirá gestionar de una manera más eficiente nuestra capacidad de ahorro.

4. ¿Cuál es mi objetivo de rentabilidad? Uno claro nos permitirá jubilarnos como queremos, pagar la educación de nuestros hijos o cambiar de actividad profesional. Será el timón de nuestras decisiones de inversión. Lógicamente, el objetivo debe estar acorde con nuestro perfil de riesgo para evitar pérdidas.

5. ¿Cómo elaboro el plan? Siéntese y piense en los puntos antes citados y aclare muy bien el objetivo de rentabilidad para desarrollar la mejor estrategia de inversión. Necesitará información, tiempo, paciencia, control de sus impulsos y emociones, y conocimientos que puede buscar con su banquero o con su asesor financiero. Independientemente de cuál sea la meta, es importante conocer de dónde parte y a dónde quiere llegar. Suerte.