Es muy fácil decir que la familia panameña debe ahorrar, dejar de ser consumista, pensar en el futuro financiero de los generadores actuales de ingresos, propugnar por la buena educación de los hijos y por la salud etc.; pero, siendo muy realistas, para hacerlo hay que ser un mago.

Hay que tomar en cuenta que el ingreso promedio no sobrepasa los 700 dólares mensuales bruto y más del 30% de nuestros conciudadanos no tiene ingresos suficientes y tiene que “defenderse” en la informalidad.

La famosa canasta básica de 59 productos, que —curiosamente incluye manzanas y ahora abarata el costo de la lata de tuna y por tanto la calidad— en teoría debe aportar 2 mil 500 kilocalorías por día a cada panameño, cada vez cuesta más. No sumemos la hipoteca, el carro, los préstamos, la escuela, el bus, la gasolina, la luz, el celular, los uniformes y útiles escolares.

Una idea de los costos reales de la vida nos la puede dar el costo de la atención médica de un dolor de estómago atendido en una clínica privada popular. Puede costar entre 10 y 30 dólares, sin inyecciones, medicamentos y transporte.

Hay una tremenda injusticia social al hacer que alguien con un magro salario tenga que recurrir a una clínica privada para recibir atención rápida, cuando pagamos impuestos y tasas sin ver beneficios.

No siempre resulta sencillo organizarse cuando las decisiones tienen efecto sobre más de una persona. Pero es necesario hacerlo. Esto requiere conocimientos financieros básicos que el panameño común no recibe.

Por otra parte, la desintegración familiar dificulta el diálogo familiar y la planificación. No ayuda el consumismo que promueve el entorno.

Aún en hogares de altos ingresos existen ciertos niveles de desintegración familiar cuando ambos miembros de la pareja trabajan o ha habido un divorcio y solo una persona manda en casa y tiene tantas presiones sociales que casi no queda tiempo para los hijos.

Dar a nuestros seres queridos una buena vida, no necesariamente quiere decir comprar cosas muy costosas, sino manejar nuestras finanzas de forma que toda la familia pueda sentirse tranquila y disfrute de lo que sus posibilidades permiten.

En este contexto, es vital que las instituciones como los ministerios de Desarrollo Social, Economía y Finanzas, Trabajo y Desarrollo Laboral; así como la Iglesia y entes privados intensifiquen los esfuerzos por cerrar un poco la enorme brecha social.

Para lograr esto, es necesario diseñar un plan en el que todos participen; que en la familia surja un plan de mejoramiento, de acuerdo con la edad y responsabilidades.

En cada casa es recomendable reunirse para realizar un balance financiero del hogar, definir prioridades y metas, aunque en dichos hogares sea solo la mujer con algún hijo o familiar quienes generen ingresos.

Planificar no es fácil, pero la familia debe proponerse metas y expresar sus deseos y sueños para el futuro.