A mediados de septiembre, tres meses antes del cumpleaños de Lorenzo, Miros y yo comenzamos a planificar la fiesta.

Lo primero que hicimos fue acordar con él la temática del cumpleaños (la leyenda de Zelda) y luego ordenamos por internet los adornos y los regalos. Nos sentíamos sobrados, nos sentíamos como Argentina al medio tiempo en la final contra Francia: ganando y con dominio absoluto. Pero tal y como le pasó a los sudamericanos, al menor descuido llegó el golpe de realidad.

Organizar los cumpleaños de las criaturas es casi un trabajo a tiempo completo. Si uno mismo lo quiere organizar, hay que buscar todo tipo de contactos. Para el de Lorenzo, quisimos hacer algo musical. En teoría, habría unas mesas de artes para comenzar, luego una clase de tambores, piñata, dulce y música en vivo a cargo de su padre y dos amigos, quienes tocaríamos canciones para niños pero en versión punkrock. Todo en el marco de una casa comunal de nuestro barrio con un enorme jardín y área de juegos para niños.

La primera complicación vino de la empresa que nos trae lo que pedimos en internet. Resulta que los regalos de Lorenzo y las decoraciones de fiesta venían con varios otros pedidos; uno de ellos ropa pirata (así explicaron) y todo se quedó retenido en Aduanas. Cuando se publique esta columna, seguramente seguiremos sin nuestros pedidos.

Después vinieron los obstáculos usuales: dónde hacemos la piñata, quién hace el dulce, hay que comprar lo que va en las canastitas y en la piñata, alquilar equipo de sonido para la música en vivo, contratar a la maestra de arte y al maestro de tambores, ordenar las pizzas, comprar el hielo, faltan jugos, hay un auto bloqueando una entrada ajena, hay que traer más alfombras para la grama, entre tantísimas otras. Ah, y los rituales para espantar a la lluvia (el año pasado llovió y fue un caos).

Al final, resultó un éxito. Solo dos cosas se salieron de la planificación: resulta que Lorenzo tiene alto poder de convocatoria y entre sus amiguitos de la escuela, de la guardería, primitos y vecinos hubo más de 35 criaturas entre 0 y 10 años, así que hubo un déficit de canastitas (aunque fue hermoso ver como niños de diferentes mundos se juntaban para jugar con solo preguntarse sus nombres); y como es usual, hubo pequeñas tardanzas en todos los actos, así que el último, el de la música infantil punk en vivo, no se pudo dar.

Lorenzo terminó muy feliz, con regalos extraordinarios que ha abierto poco a poco. Solo uno incluía masilla, lo que es un alivio. Además, fue una hermosa oportunidad para que amigos nuestros se iniciaran en la órbita de nuestra criatura. Contamos con la inmensa ayuda de familia y amigos y aun así terminamos exhaustos.

Desde ya estamos pensando en el cumpleaños de 2023. No es que seamos exagerados, pero ya queremos aplicar las lecciones aprendidas con cada cumpleaños. En este aprendimos que lo más importante es que los niños la pasen bien y que se propicien nuevas amistades, de niños y de padres. Así que si todavía no está en la órbita de Lorenzo, estimada o estimado lector, le invito a buscarla porque lo que viene el próximo diciembre es rock.


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