Entre la sexta y la séptima semana de vida, los bebés usualmente se ponen inquietos al tomar leche de su madre. Hacen ruidos como de queja, patadas, uno que otro llantito. Podría parecer algún tipo de síndrome alimenticio o algo mayor. La explicación es mucho más sencilla: la leche de la madre cambia un poco y el pequeño reacciona ante el cambio de sabor de su alimento, que ahora es un poco más salado.

Me lo dijo Google. San Google, que me ha dicho tantas cosas que no sabía yo. Me da mucha felicidad poder consultar con rapidez extrema cualquier inquietud. Junto con mi pareja leímos varios libros sobre el bebé, pero no es lo mismo escribir en Google: “por qué la pierna izquierda de un bebé de siete semanas tiembla durante siete segundos mientras duerme”, y encontrar que es normal, que es el sistema nervioso que comienza a probar funcionalidades. Y que varias decenas de padres alrededor del mundo han hecho la misma consulta.

Y así hemos encontrado un sinfín de explicaciones: sobre su popó, sobre los ruidos al dormir, le suda la cabeza, cómo va cambiando su campo visual, cuánto es lo normal que coma, cuánto es lo normal que duerma, qué hacer para mejorar los cólicos, tiempos de refrigeración de la leche, y a despreocuparnos por sus breves ataques de hipo y tantas otras.

La más esclarecedora, quizás, es descubrir que hay ciertos períodos de crecimiento en los que la rutina -la bendita y trabajada rutina- desaparece. Duerme menos, come más, llora, está inquieto, irritable y otra larga lista de etcéteras. Pero todo es normal, y advierten que en dos días, o incluso al día siguiente, se le pasará. Obvio, hay consultas específicas que le hacemos al pediatra, pero Google ha sido nuestro aliado en estos dos meses que llevamos como padres.

Hasta mi mamá está sorprendida. También mi suegra. Lo que a ellos les costó meses -y hasta años- entender, nosotros ya lo hemos internalizado, adaptado y puesto en funcionamiento. Por ejemplo: gracias a internet estábamos preparados para hacer una rutina desde temprano con el tema de las luces. De noche, iluminación muy tenue en el cuarto para que él entienda que hay que dormir. Cuando se despierta en la madrugada, nunca hablamos para que entienda que a esa hora solo hay que comer y dormir. Y ha resultado. Quizás la parte negativa de nuestra google-dependencia es que se pierden lazos sociales. Mi mamá encontró amistades intercambiando consejos con otras madres. Uno estaba enterado de lo que ocurría con el chiquillo de fulana, sutana y mengana, porque era objeto de debate sobre el qué hacer y qué no. Y nosotros lo resolvemos con un celular en cinco minutos.

Hay veces que nos ha salido el tiro por la culata. Hubo unos días en el que el popó salía con unas pequeñas semillas negras. De acuerdo con la internet, tenía sangre sin digerir, problemas estomacales, había que llevarlo a urgencias porque si no, mínimo, moría en un par de horas. Hablamos con el pediatra -obviamente le envié foto del popó- y me dijo que todo normal. Pero llevamos la muestra al laboratorio y todo salió bien.

Lo que demuestra que la tecnología no lo sabe todo. Es más, el bebé no tendrá acceso a pantallas hasta que cumpla, por lo menos, dos años. Adiós Baby TV y canales similares. Intentaremos mantenerlo alejado de la televisión, celulares y tabletas hasta que cumpla dos años. Y luego, solamente una hora diaria. Claro que decirlo ahora resulta muy fácil, pero es algo que queremos intentar, ya que sirve para mejorar las aptitudes de atención de nuestro hijo. Eso también lo aprendimos gracias a San Google.