Hace poco viajé a visitar a parte de mis nietos. En alguno de los vuelos que tomé me puse a ojear la revista de la aerolínea y me encontré con una entrevista a Oprah Winffrey en relación a la última película que ha producido, A Wrinkle in Time. Claro que es virtualmente imposible entrevistar a Oprah -cuyo nombre realmente es Orpah– y ceñirse únicamente a un tema. Su vida es tan excepcional y su aporte a la sociedad tan monumental que se hace indispensable conocer todo lo que se pueda sobre su vida. Ella, generosamente, lo comparte, pero no siempre fue así.

Entre las preguntas que le hizo el entrevistador había una que yo pienso era la más importante, y aunque no la recuerdo textualmente, era algo así: ¿En qué momento de su vida se dio usted cuenta de que ejercía una gran influencia sobre su público? Por la forma en que el periodista estructuró la respuesta, me dio la impresión de que ella no titubeó para contestar y fue muy categórica; dijo: el día que dije “a mí también”. Procedió a explicar que durante uno de sus programas se tocó el tema del abuso sexual y alguna de las panelistas o persona del público, no me acuerdo, dijo “yo fui abusada sexualmente”. Ante dicha afirmación Oprah, sin pensarlo mucho, dijo “yo también”. Era la primera vez que hablaba públicamente sobre esta parte de su vida.

Cuenta Oprah que luego de esta afirmación empezaron a llegarle cartas, miles de cartas, en las que otras, como ella, aceptaban haber sido abusadas y agradecían a Oprah haberles abierto la puerta para que este trauma se hiciera más ligero. Porque, a fin de cuentas, el solo saber que uno no está solo hace que el trauma sea menor.

Yo no pretendería jamás compararme con Oprah, pero sí recuerdo que cuando compartí mi diagnóstico de cáncer con ustedes, mis lectores, se acercaron a mí muchas personas que de una forma u otra habían tenido un encuentro cercano con el monstruo. Todavía, tras casi 10 años de mi operación, recibo correos electrónicos de mujeres que tienen alguna duda sobre qué hacer. Me siento profundamente halagada. Y no es que pueda darles ningún consejo médico, pues esa no es mi especialidad, pero si logro darles un poco de esperanza y de paz ante la inminente batalla, me siento agradecida.

Cuando pienso en estos temas enfrento una dicotomía, puesto que no soy de las que pienso que porque “a todos les pasa” o “todo el mundo lo hace” convierten un mal en bien, sin embargo, sí puedo entender cómo compartir con alguien que ha pasado por lo mismo puede aliviar la carga, o por lo menos, darle a uno luces sobre los caminos a tomar.

A Oprah, el reconocimiento público de algo tan íntimo le abrió el entendimiento. Fue un punto de inflexión, un momento decisivo, pues no es lo mismo ser anfitriona de un talk show que ser una líder de opinión.

En mi caso, fue un entender “para qué” le había tenido que regalar un año -o más- de mi vida al cáncer. Entendimiento que me ha permitido no solo conocer a otras valientes guerreras, sino aprender que incluso de lo malo que a uno le pasa se puede sacar algo bueno.