Desde que regresé de Santiago de Compostela y desempaqué parcialmente la mochila -porque algunas cosas han vivido allí desde octubre de 2010- no hago otra cosa que pensar en regresar. Fue una experiencia tan extraordinaria que con hacerla una vez no se le quita a uno la piquiña.

He tenido la oportunidad de “revivirla” a través de aventuras llevadas a cabo por familiares y amigos, algunos de los cuales me han llamado para consultarme una u otra cosa. Los despido con nostalgia, con añoranza, con envidia de la buena, si es que esta existe, y a su regreso me devoro las historias y las voy archivando como si fueran propias.

Ustedes pensarán que me he vuelto loca, pues ya recorrido, ¿qué novedad habrá en volver a pisar esa tierra? Pienso que toda. No hay forma humana de que el Camino se repita. Lo he escuchado de viva voz de aquellos que llevan decenas entre pecho y espalda. Hay muchos, ya lo sé, y bien podría aventurarme a uno nuevo, pero muchos de estos son más solitarios y con menos instalaciones y, aunque soy valiente, no sé si tanto.

¿Qué ha ocurrido? Que un amigo que hace un par de años caminó como dos semanas, las últimas, las que llegan a Santiago, este año piensa empatar partiendo desde Saint Jean-Pied-de-Port, el pueblo francés que está en “el otro lado” de los Pirineos y que se me quedó en el tintero en 2010, porque el tiempo estaba muy feo y no me atreví a cruzar aquellos cerros sola bajo la lluvia. Recuerden que soy mala en las lomas y si están mojadas y son empinadas, peor.

¡Ay, Dios, qué tentación! Sí, claro que pienso en el abandono de mi familia por 40 días y pienso también en la promesa que me ha hecho mi esposo de acompañarme en 2022 -que es próximo Año Jacobeo– pienso muchas cosas, pero al final me he dado cuenta de que el Camino tiene una especie de vida propia, y aunque está supuesto a ser bueno, lo llama a uno como la tentación del chocolate.

Se me ocurrió, entre otras cosas, invitar a mi esposo, que por razones laborales no puede apartarse tanto tiempo de Panamá y menos quedar incomunicado por un par de días, como a veces sucede, que se encontrara conmigo al final, llegando a Santiago. Se lo espeté así de repente y no me dijo que no, así es que a lo mejor lo está pensando. ¡Ojalá!

Detalles no tenemos ninguno porque, a fin de cuentas, aún no hay viaje, como quien dice viaje, pero no lo voy a sacar de la lista todavía. Ya sé que en este grupo al que pretendo pegarme hay unos caminantes veloces y otros un poco más lentos como yo. Eso siempre pasa cuando se camina con alguien, pero si se organiza bien la cosa, no tiene por qué haber problema. Por supuesto que yo lo que no quiero es que me dejen sola en los Pirineos, así que alguien tendrá que sacrificarse por mi lentitud.

Bueno, mejor suelto este tema porque si me entusiasmo quién sabe lo que puede ocurrir, y ahora mismo tengo otros asuntos en la tubería. Me despido de ustedes con este aviso. Ya los mantendré informados.