En el siglo pasado ‐qué horror hablar de siglos en los que realmente hemos vivido y que sean distintos a ese en que vivimos- comer chicle, en general, no era bien visto. En las escuelas, estaba terminantemente prohibidio y considerado “falta grave”, no tan grave como copiarse en un examen o hablar en la misa, pero casi, casi.
Siempre hubo, por supuesto, quienes ocupaban su tiempo libre “ñuaca, ñuaca”, pero nuevamente, la gente a su alrededor los miraba feo. Las abuelas le decían a uno que parecía vaca rumiando y otros comentarios no tan bonitos. Y si uno lo masticaba con la boca abierta, ufffff…. Ni para qué les cuento. En otras palabras, para adquirir el privilegio en casa había que graduarse de la universidad de mascar chicle.
Reconozco que los chicles de “bolonchón” eran como una excepción mientras uno estuviera en privado, porque se permitía hacer competencia a ver quién soplaba el globo más grande antes de que se reventara en la cara y le quedara a uno pegado en los cachetes, la nariz y, dependiendo de la destreza del competidor, en la frente.
Esto se me ha venido a la mente porque el otro día estaba en misa y noto que medio mundo estaba mascando chicle. Al principio pensé que la loca era yo al notar lo que ocurría a mi alrededor hasta que la persona a mi lado me hizo un comentario al respecto. Me puse nerviosa pensando qué harían estos personajes a la hora de la comunión y, por supuesto, cometí la malacrianza de quedarme mirando a un par hasta el momento crucial.
Llegado el mismo confieso que no supe si se metieron el chicle en una esquina de la boca, en el bolsillo o lo pegaron debajo de la banca, el caso es que varios comulgaron.
Claro que en ese momento recordé que hacía poco me había atendido una cajera en un banco mascando chicle y al poco tiempo una vendedora en una tienda y por fuerza tuve que concluir que hoy en día somos la minoría quienes respetamos la etiqueta mencionada.
Para los aviones siempre hubo una dispensa porque la acción de masticar chicle ayuda a destapar los oídos cuando la altura molesta, que es muy común.
Aclaro que he leido que la actividad promueve la salivación que es saludable para la digestión y otros procesos corporales, pero si uno no se cepilla los dientes en público mascar chicle como actividad terapéutica se puede mantener en privado.
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