La naturaleza es un cofre de tesoros en lo que a fenómenos maravillosos se refiere. A diario nos presenta escenas tan impresionantes que, en muchísimos casos, quedan grabadas en nuestra mente para siempre. Por supuesto, que no todas ocurren en el mismo lugar y eso lo hace aún más interesante pues el saber que hay un fenómeno que podemos ir a observar en algún tiempo y lugar despierta aún más nuestro interés.

Sin embargo, afortunadamente, muchísimas veces estos eventos ocurren muy cerca de donde vivimos y disfrutarlos no requiere mayor esfuerzo, solo, quizás, poner atención al mundo que nos rodea. Hace unos días recibí la foto de una palmera Talipot luciendo su hermoso penacho de flores. Recordé al instante que estas palmas gigantescas, que según lo que investigo, llegaron a Panamá desde los años veinte del siglo pasado, luego de florecer, mueren.

Pero solo eso sabía de las Talipot y la que primero se me vino a la mente fue la que estuvo por años justo al lado de la pequeña oficinita junto al peaje de la Autopista Arraiján- Chorrera. Bueno estuvo, hasta que no estuvo más pues cumplió su ciclo vital. En el área de Panamá Viejo también hubo y hay algunas y seguramente en muchas otras áreas del país, solo que yo no las recuerdo todas.

Antes de ayer caminando en el Parque Omar me topo con tres ejemplares, uno ya floreado y otros dos haciendo guardia. La palma que está floreada debe tener por lo menos treinta años de vivir en este sitio pues es lo mínimo que demoran para florecer antes de que su producto madure, lo cual puede tomar aproximadamente un año, para luego morir, como ya he dicho. Todo esto lo sé ahora porque me puse a investigar lo que pude sobre la dichosa palma ya que solo sabía lo de “florezco y muero”. El saber que estas inflorescencias pueden durar hasta un año despertó en mi otros sentimientos y estos no necesariamente relacionados con las plantas.

Mientras iba y venía buscando un ángulo que me permitiera fotografiar tanto la palma floreada como las dos que la escoltan –lo cual no logré– pensé, “qué generosa esta palma que nos avisa con tiempo que ya solo le queda un año de vida, para que hagamos un esfuerzo por disfrutar el espectáculo que nos regala”.

Así como la palma, he conocido personas que también, de una forma u otra, nos han dejado saber con suficiente tiempo que a su caminar por este mundo le quedan pocos kilómetros y que podemos tomar la decisión de aprovecharlos o no. Observo también que nos cuesta aceptar estas realidades y preferimos, en muchos casos, negar su existencia. Solo arrepentimiento traerá esta decisión.

Ahora que tengo mi Talipot a tiro de piedra y concluyo que seguramente lleva meses con su penacho al aire y yo no lo había visto me propongo usarla como recordatorio para otras cosas importantes que bien pueden no durarme para siempre. Me resultará fácil al verla cada mañana desde mi balcón. Un recordatorio generoso sin necesidad de agenda.