De salida les comento que el título no tiene nada que ver con el contenido de este artículo, excepto, quizás, por el hecho de que mencionaré a un caballo de carreras, y cuando lo hago no puedo evitar recordar la deliciosa canción de El Gran Combo. Aclarado este punto, prosigo.

Hace unos días, creo que justamente para carnavales, tiempo en que nos quedamos en una maravillosa ciudad sin tranques, tuve algo de tiempo para ver televisión. Reconozco que una de mis categorías favoritas es esa titulada algo así como “basada en hechos reales”, y no me importa si los hechos son relativos a personas, eventos o animales, sencillamente me gusta enterarme de cosas que han ocurrido. Sucede cada vez, que después de ver la película, doy un paseo por la internet para enterarme de qué se ajustó a la realidad y qué no. Es una manía que desarrollé gracias a la tarea obligatoria que nos ponía mi mamá cuando regresábamos del cine, solo que en aquellos días la búsqueda debía hacerse en una enciclopedia, en nuestro caso, la Británica.

Regresando al tema, la película era sobre un famoso caballo llamado Seabiscuit, el cual seguramente para los hípicos será tan conocido como ‘Secretariat’ y otros grandes ejemplares de la raza. Para mí, era un total desconocido. Cuenta la leyenda que el dichoso caballito era muy pequeño y que su jinete demasiado grande. Así y todo, aparentemente formaron un equipo fabuloso que les acumuló a los dos -y también al dueño y su entrenador- muchos triunfos.

La metodología desarrollada implicaba que el jinete debía mantener el caballo controlado hasta cierto punto de la carrera. Llegado el momento, debía colocarse justo al lado de aquel caballo que fuese su contrincante más peligroso y dejar que Seabiscuit “lo mirara a los ojos”. Dado este evento, el caballito salía disparado como alma que lleva el diablo. Así ganó muchas carreras.

Traigo todo esto a colación pues en las últimas semanas he notado que el MOP -saben, el ministerio ese que arregla calles– anda a mil por hora trabajando día y noche para reparar las calles y avenidas que por casi cinco años han pasado en un total abandono por parte del gobierno. Se me antoja que nuestros funcionarios “han visto a sus contrincantes a los ojos” y están tratando de llegar antes que ellos a la meta. La diferencia entre nuestro gobierno y Seabiscuit es que el primero no es pequeño ni su jinete es grande. El gobierno es una mole más grande que la ‘VY Canis Majoris’ (se los dejo de tarea) y francamente creo que “va sin jockey”.

Lo que me asombra es que a pesar de las lecciones recibidas, no aprenden nada. Inaugurar obras cinco minutos antes de las elecciones o hacer lo que debieron hacer durante los años de su gobierno justo cuando empieza la campaña -que gracias a Dios ya dura poco- no hará que los ciudadanos olvidemos la desidia que ha reinado por mil seiscientos cuarenta y cinco días, considerando que debieron empezar a trabajar el 1 de julio de 2014 y no lo hicieron hasta el 1 de enero de este año.

Confieso que rezo porque no se dé el olvido ciudadano y porquetengamos presente a la hora de votar que ni el jamón, ni el saco de arroz, ni ninguno de los otros subsidios inútiles que existen ahora mismo, duran para toda la vida. Solo una buena educación y el trabajo duro permiten una vida mejor… para siempre.