Apenas ayer jueves en la tarde estaba yo, dizque muy cumplida, terminando mi artículo para la próxima semana ─o sea, para hoy en que están leyendo este mismísimo─ (ya lo sé, es complicado). En eso que se me atraviesan cuatro cosas por el camino y lo dejo faltando dos o tres frases. Nada, pensé, mañana al alba lo termino. Resulta que al alba lo que hice fue leer el artículo de Roxana sobre las estampas de la pandemia y ¿qué creen? Se me metió el diablo en el cuerpo, o más bien la ‘muñequita de tusa’.

Quienes leyeron su texto del viernes 11 de septiembre seguro quedaron, igual que yo, flechados con los últimos párrafos. Apenas leí Changmarín, pensé ‘esto va a estar bueno’. Me fascina su poesía inocente, pícara, sacada de la tripa misma de Panamá. La Muñequita de Tusa se había escondido hace años en un remoto lugar de mi cerebro. No sé por qué ya que ando con la necedad de que mis nietos mayores se aprendan poemas. En realidad, Victoria, pues a los otros tengo que traerlos al español primero. Ya van llegando poco a poco, pero poesía será otra etapa.

¿Se imaginan ustedes la desbocada que se dio mi cerebro pandémico? Yo, hija del maíz… poesía de Changmarín… manualidades… cocina. No se puede pedir más. Rapidito guardé el texto mocho que estaba a dos minutos de viajar a la casilla de correos de mis chicas de Ellas y abrí un archivo nuevo: este.

Perdón, perdón, antes de empezar este artículo le mandé un Whatsapp a mi grupo de Cooking with Bita avisando, que en un par de semanas en lugar de cocinar, haríamos juntas una muñequita de tusa. Cada una con los retazos, escarchas, papeles, pedacitos de cinta, lanas, ojitos (o no), pedazos de camisas o de medias rotas que tengan en su casa. No lo haremos mañana pues hay que dar tiempo a que acumulen sus materiales.

Ya me lo puedo imaginar: en lugar de ir llevándolas por la receta revisaremos primero el mise en place de materiales a ver qué tiene cada una. Luego, poesía en mano y garganta despejada voy leyendo ‘paso a paso’ cómo nace esta maravilla. Porque cocinar, así como cocinar, se hace con cualquier cosa. Yo empecé con viejas latas vacías llenas de agua, tierra y hojas en el patio de mi casa.

Luego del comunicado ─que tuvo buena aceptación─ le escribí a Roxy para decirle que me robaría su tema/muñeca/actividad. Pienso que eso de robar se perdona si uno pide permiso antes, lo cual convierte la acción en una de pedir prestado. Gracias a Dios, Roxana aprobó.

Leyendo esto me doy cuenta de que hice tres o cuatro cosas antes de empezar el texto, pero como verán todas muy necesarias. Ahorita me siento como niña vestida para un cumpleaños, con cosquillita en el estómago y todo. ¡Qué emoción, poesía, cocina y manualidades, será un tres en uno fabuloso! Porque de lo que no me podrá zafar es de ofrecerles algo que se puedan comer. Estoy pensando que a lo mejor cocino algo divertido y se los mando para que tengan su snack, como dice la Abby-chuela, a mano mientras trabajan. Ya veré qué se me ocurre.

Por lo pronto, ‘gracias Rox’ por compartir los detalles sobre ese proyecto maravilloso que realizó y que seguramente cogerá fuego como la pólvora. Por lo menos en mi universo lo hará. Ojalá que “después de tanto lío, de tanta morisqueta… no me salga malcriada la muy pizpireta”.