Por aquello de las supersticiones y demás, los años bisiestos siempre le dan a uno cierto miedito. Que si hay desastres naturales, epidemias, asesinatos, secuestros, que se desatan guerras, en fin, la lista de tragedias es larga. Por supuesto, que si analizamos detenidamente las fechas en que muchas de estas tragedias han ocurrido veremos que no se localizan exclusivamente en años bisiestos, pero nos encanta odiar aquellos en que febrero tiene 29 días.

Con su sola mención habrá alguien que traiga a relucir la tragedia del Titanic en 1912 o el secuestro del hijo de Lindbergh y el inicio de la Guerra Civil Española veinte años después. Sabemos que 1968 fue siniestro en muchas localidades, incluyendo Panamá. En USA, en menos de seis meses asesinaron a Martin Luther King y a Bobby Kennedy. ¡Qué susto!

Sin embargo, ninguna de las dos primeras grandes guerras tuvo algo que ver con años bisiestos. Se desataron cuando les dio la gana sin fijarse en el calendario de los años malditos. Ahora bien, este 2020 no está resultando muy positivo que digamos… si es que pudiéramos decir que ha existido del todo pues para muchos ha sido solo una acumulación de meses perdidos.

Lo que no tengo muy claro es si se suma para cosas como los cumpleaños, por ejemplo. O sea ¿ya tengo 65, o me puedo plantar en 64 hasta septiembre 2021? Si lo mido en millaje como las llantas o las zapatillas podría decir que el cuerpo se ha rodado poco este año. No sé ustedes qué piensan.

La pregunta clave aquí es a quién le vamos a echar la culpa por la “desaparición” del 2020. Para muchos la tienen los chinos por aquello de que el virus se originó en aquel lejano país y no faltan quienes apoyan todas las teorías de conspiración y exterminio masivo de la humanidad. Yo, como no tengo ningún fundamente científico para apoyar una u otra, no comento al respecto. Lo que sí puedo ver es que el planeta parece estar recuperando algo de la vida que había ido perdiendo gracias a los abusos de nosotros los humanos.

Es una cruda realidad y no hay duda de que las vidas humanas valen muchísimo más que cualquier otra cosa que encontremos sobre la faz de la tierra, pero también resulta cierto que los primeros responsables de nuestra propia salud somos nosotros mismos. Los gobiernos pueden poner e imponer medidas que pueden o no ser efectivas, pero no sirven de nada si cada uno de nosotros no se compromete a cuidarse a sí mismo.

Y también es cierto que en la medida que cada uno se proteja se genera un factor multiplicador que afecta directamente a todos aquellos con quienes tenemos contacto. Entonces si queremos que la abuela nos dure diez o quince años más pensemos bien sobre esa visita que le queremos hacer al salir del supermercado sin habernos “esterilizado”. Y, pensemos también si es absolutamente necesario abrazarla o hacerle cuchicuchi en los cachetes. Y, ya que estamos pensando, pensemos cuál sería la forma más prudente de celebrar las fiestas de fin de año para que en el 2021 todavía caminemos por los senderos de la vida y sea posible celebrarlas en años por venir. Pensemos.