Me imagino que muchos de ustedes —que seguro son mucho más duchos que yo en esto de música y canciones— conocerán aquellas letras de Bacilos y Fonseca que hablan de “perderme contigo”. Los primeros dijeron “y si voy a perderme quiero perderme contigo” y Fonseca nos contó “quiero perderme contigo encontrando el destino”:
Ambas me parecen deliciosas. Primero porque la música es pegajosa y también porque cada vez que las escucho siendo deseos de tener a mi marido enfrente para cantárselas. Bueno… para recitarlas más bien porque si hay una cosa que hago muy mal es cantar. Para bailar me encuentran ocupada, pero para lo otro nada de nada.
En casa el que canta bien es Fábrega, pero a veces no pone atención a las letras y se le escapan. Antes, yo se las soplaba, pero las nuevas no he tenido tiempo de aprendérmelas. Bien, aclarado este asunto a lo que voy es que luego de casi cuarenta y dos años de vivir con este personaje sigue siendo mi persona favorita y aquella con la que siento deseos de pasar todo el tiempo posible cada día.
Que si de vez en cuando se suscita un “encuentro de titanes” es cierto, nadie ha dicho que porque uno quiera a una persona jamás va a discutir o pelear con ella, pero si la batalla termina en acuerdo y risas digo yo que valió la pena. Cuando mis hijos eran jóvenes y aun no pensaban en casarse siempre les decía que al evaluar a los candidatos buscaran que fueran honrados y trabajadores, que los hicieran reír y, de ser posible que les gustara bailar.
Ustedes dirán que son unos atributos hasta cierto punto banales, pero es que en la vida uno siempre se concentra en las cosas serias e importantes y a veces olvida que es muy necesario a veces soltarse el cabello solo porque sí, y para eso qué mejor que reír y bailar. Además, como siempre decía mi maestra de kínder “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”.
Mi marido no es perfecto y yo “más menos”, pero hemos encontrado la manera de que su locura y la mía encajen bastante bien. Solemos estar de acuerdo en los asuntos existenciales, nos gustan los mismos cerros y no nos importa meter los pies en el lodo si es el camino hacia el agua clara del río.
En muy raras ocasiones nos gusta la misma película, por no decir que nunca, pero yo me resigno a las de él y viceversa. Cuando hay mucho muerto inútil me mudo de televisión y me instalo a ver un documental de esos que a el le parecen aburridísimos. No pasa nada, al final del día dormimos en la misma cama.
Y así transcurre la vida. Hoy un interrogatorio, mañana una caricia, el domingo un buen emparedado de queso derretido y algún viernes en la noche pijamada con los nietos. ¿Hay algo más? Yo creo que con eso llenamos una vida buena. ¡Contigo!
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
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