Hace una semanita se celebró en gran parte del mundo el Día del Padre. En Panamá también. A muchos le llovieron felicitaciones, regalos, el dulce que les hace feliz, abrazos, llamadas de larga distancia y toda suerte de manifestaciones de cariño. Es lo esperado. Yo bien pude haber publicado la semana pasada un texto alusivo a dicha celebración. Lo evité deliberadamente porque casualmente, no quería que fuera uno más en el montón.

Cada uno tiene su propia imagen de lo que es, o debe ser, un padre y la misma surge producto de la experiencia/imaginario de cada uno y no todas son buenas porque sabemos que cada uno habla de la fiesta, “asegún” como le ha ido. Y en estos asuntos de progenitores no a todo el mundo le va igual.

Pero, independientemente, de que las vivencias con la figura paterna hayan sido buenas, malas, nulas o regular tres cuarto el personaje existe y todo el mundo tiene uno. Aclarados los conceptos básicos creo que conviene ver el panorama total. Aquel que incluye a todos aquellos hombres y mujeres que de una forma u otra cumplen un rol importantísimo en la vida de cada niño que nace, de cada joven que busca orientación, de cada adulto que confundido por la vida necesita asesoría. Esos que sin necesidad de que les asignen un día para celebrar asumen su responsabilidad a carta cabal y que son más de los que a veces reconocemos.

Me parece lógico que, así como decimos que todos los días son Día de la Madre, cualquier martes puede aprovecharse para reconocer el trabajo de quienes caminan en los zapatos de padre. Entonces, hoy, cualquier viernes del mes le mando mi cariño a todas esas personas que bien llevan el nombre.

Yo, que crecí en un hogar lleno de gente, de animales, de ruido, de historias verdaderas e imaginadas; y si bien la imagen de los progenitores se ajustaba a la vigente a mediados del siglo XX, tiempo en que la disciplina prevalecía inamovible, esta les daba espacio a las risas, a las aventuras, a las complicidades y a las muestras de cariño que llegaban en el momento preciso en que se necesitaban, a veces con un abrazo y otras con una palabra de aliento, dependiendo del momento y el lugar.

Hoy en día observo con agrado que la actitud machista que ostentaron muchos padres del siglo pasado, y que en ocasiones se interponía en su participación en la crianza de los niños, ha quedado atrás y los muchachos saben que los roles de papá y mamá son uno y el mismo y que, así como mamá aporta al hogar la mitad del presupuesto familiar, a ellos le corresponde proveer igual dosis de compromiso con las responsabilidades emocionales de la familia y da gusto verlos desenvolverse con destreza en todo lo que respecta atención a sus hijos.

Vendrán muchos días del padre y les tocará que ese día haya celebraciones especiales. Propongo que los celebremos todos los días.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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