En esta Cuaresma me ha dado por preparar cosas sabrosas los días de guardar. No sé si es lo correcto, pero se me antoja ver a mis hijos y vecinos y los atraigo con potajes y otros inventos. Bien, uno de esos viernes preparé una pasta con salmón que es ultrafácil, requetefácil, y se prepara en un pis pas. Me gusta esa expresión pis pas. Es rendidora la bendita pasta y cuando terminamos de comer me di cuenta de que las sobras eran generosas.

Luego de las consabidas burlas de toda mi familia que van por la línea de que siempre hago comida para el doble de los invitados y otros sarcasmos, me acordé de que tenía pendiente ver a unos amigos muy queridos antes de salir de viaje, y cuando hacíamos los planes para ir aquí o allá mencioné mis sobras y se apuntaron.

Claro que el menú no se repitió idéntico porque algunas cosas no llegaron al día siguiente, pero las sustituí por otras que me quedaron bien sabrosas. La venida a mi casa resultó muy conveniente porque yo había prometido un arroz con cacao a la mamá de uno de mis amigos, y me quedó de perlas podérselo entregar después de la cena.

Para que la pasta estuviera tan rica como el primer día, preparé un poquito de salsa adicional y listo y frito, todo salió de película. Pasamos una noche deliciosa en el balcón, pues soplaba un brisa sabrosita y la conversación siempre animadísima se extendió más allá de la hora prevista. Así de fácil es pasar tiempo con los amigos. Es una maravilla conocer gente a la que uno pueda darle sobras “avisadas” y no solo lo acepten, sino que den las gracias.

Yo, la verdad, es que me inclino siempre por ese tipo de amistades. Hace muchos años solía tener reuniones de trabajo en la casa de una amiga. Luego de un par de meses la muchacha me abría por la cocina pues es la puerta que le quedaba más cerca. Fue el mayor honor que pudieran hacerme, y desde ese día me siento verdaderamente bienvenida en una casa cuando me dejan entrar por la cocina.

Piénsenlo bien. La cocina es un lugar íntimo en todas las casas, es allí donde de verdad se sabe lo que está pasando. Por lo menos en la mía. Y si a uno lo dejan ver ese “desorden” es porque lo sienten cercano. Ya que he compartido este pensamiento, quiero aclararles a todas mis amistades que en el apartamento en que vivo ahora es medio complicado entrar por la cocina. Y ni siquiera se llega directo por la puerta de atrás porque esta lleva a la lavandería.

Entonces, como no puedo demostrarles mi amistad invitándolos a entrar por la cocina, lo hago sirviéndoles sobras. Eso sonó horrible, pero no lo es. Solo sirvo sobras cuando son muy ricas y lucen recalentadas tan bien como el día en que se prepararon.

Mientras releo estas líneas tengo por fuerza que concluir que mi amistad se demuestra con comida, pues pronto tendremos la comida del “club del bacalao” y más adelante la del meatloaf con pork and beans, y así nos vamos de consentimiento en consentimiento. Lo importante es que sepan que los quiero mucho.