Cuando era joven y bella podía acordarme de todo. Me sabía números de teléfonos de memoria -incluso algunos de ellos todavía los recuerdo-, no necesitaba agenda, pues podía llegar a tiempo y en el día correcto a cada evento, compromiso o actividad que estuviera programada; recordaba todas las caras que había conocido en la vida y sus nombres correspondientes, en fin, tenía buena memoria y me hacían poca falta las herramientas para refrescarla.

Eso en realidad es muy malo pues no desarrolla uno la disciplina de mantener vigente alguna de esas ayudas que hoy en día son tan necesarias.

Yo, por ejemplo, puedo anotar algo en mi calendario pero debo hacer un esfuerzo muy grande para mirarlo con suficiente antelación como para no fallar a lo que tengo allí consignado.

Nada grave, pues siempre logro verlo al principio del día, pero sería mejor si lo viera al finalizar el día anterior. Así sabría con anticipación si debo disponer de una ropa bonita y tiempo para ponérmela antes de las 10 de la mañana o si puedo empezar a trabajar en cualquier facha desde las 6 de la mañana. A esos detalles me refiero.

Todo esto se me ocurre porque resulta que en las últimas semanas la gente de Ellas ha tenido que escribirme varias veces para recordarme que debo enviar mi texto, algo que me causa mucho estrés pues no me sucedía antes. Así como para echarle la culpa a otro, podría decir que ellos han ajustado sus fechas de cierre y por eso yo ando confundida, pero incluso si fuera el caso, sería mi responsabilidad estar al tanto de todos esos detalles y más bien ando llevando calendarios viejos.

Entonces, para quitarle una tarea a esa gente que tanto quiero y que ya de por sí tiene mucho quehacer, he confirmado hoy mismo, qué día de la semana (y con cuántas semanas de anticipación) necesitan mis textos, y he programado un evento recurrente en mi calendario. No me quedó muy bien pues solo dice en cada jueves de la semana “enviar artículo Ella para dentro de dos viernes”. ¿Quién entiende eso? Yo, no mucho. Pero la alternativa sería ir a cada jueves del año e introducir manualmente para qué fecha exacta sería el artículo que debo entregar ese día y en verdad no tengo el tiempo y creo que en algún jueves perdería la cuenta de para qué viernes me toca ese día. ¿Entendieron lo que quise decir? Resumiendo, que cuando tengo que ver hacia adelante en el calendario, segurito se me cruzarían los cables.

Pero, bueno, yo voy a hacer mi esfuercito porque no quiero terminar mis años de columnista como la doña que no era capaz de mandar sus textos a tiempo, especialmente después de tener una historia de cumplimento bastante buena. Para empezar, voy a mandar hoy lunes 6 de agosto, el texto que técnicamente tendría hasta el jueves 9 para enviar, para que sea publicado el viernes 17. Aquí donde me ven, estoy cruzando los dedos para que todas estas fechas estén correctas.

Es una vaina esto de ponerse viejo, porque además de las “dolencias” que me han contado que van surgiendo, tiene uno que aprender nuevas rutinas para que las viejas sigan funcionando. O algo así. Aprovecho para agradecer a las muchachas de Ellas por la paciencia que me han tenido en estas últimas semanas y voy a prometer que sea como sea, dejaré de enredarme con el calendario.