No sé si a todos ustedes les ocurre que con cada año que transcurre el calendario acelera su paso. Es bien conocido que cuando uno es niño hay que esperar “años” entre una Navidad y otra, mientras que, ya llegada la edad adulta, sobre todo la tercera y/o la cuarta y las que siguen que me rehúso a mencionar, es un atropello indescriptible. No ha terminado uno de guardar el último foquito de Navidad cuando ya hay que empezar a desempolvar adornos y chécheres; las listas de tareas se repiten y se alargan, al igual que aquellas de regalos por comprar pues las familias crecen en número cada año y por ahí va la cosa.

Ni para qué mencionar que en el acelere su aumentan también los dolores, los olvidos y todo ese chorro de cosas que aparece cada vez que uno ajusta un año más de vida. Honestamente, debo confesarles que cuando la vida se pasaba lenta yo quería que acelerara el paso, pero ahora que anda a la velocidad del Indy 500 me gustaría que bajara un poco la velocidad. Así somos pues, nunca estamos conformes con las cosas como son.

En los últimos años he tratado de incorporar a mi vida la herramienta del calendario ese que ofrece Google, dizque porque como tengo la letra muy fea, muchas veces no lograba descifrar lo que escribía en aquellos que muy gentilmente me regalaba un banco o compraba cada fin de año. Ocurre entonces, que cuando voy a incluir un evento es común que lo haga en la semana equivocada. Es que ya uno no ve igual que antes y en el celular todo es pequeño.

Supuestamente, he diseñado un “código de colores” para diferenciar los compromisos por tipo/tema, pero pregúntenme si me acuerdo de qué color son los viajes cuando debo registrar uno o si los compromisos de terceras personas son lila o verde caña. No me pregunten por qué incluyo actividades de terceros en mi calendario porque es muy largo de explicar y ya solo me quedan ciento cincuenta palabras disponibles.

Independientemente de las dificultades que surgen con tantas reglas, lo cierto es que el calendario luce muy interesante (bonito no me pareció un término muy profesional) con sus colorinches y se me hace más fácil reconocer cuántas actividades tengo cada día. Así voy por la vida amigos, tratando de mantenerme al día con los avances tecnológicos, pero no a la velocidad que lo hacen los jóvenes pues, como ya les dije, camino más despacio.

¿Qué ocurrirá en un par de años cuando los Excel, los calendarios de colores y la memoria, que algún día fue buena, se vayan enredando? No tengo idea, ni quiero pensar en eso. Haré al estilo Scarlet O´Hara “I´ll think about it in the morning.” O, como plan B, siempre puedo repasar las columnas “Del diario de mamá” que completé cuando me acordaba de todo. Allí, sin duda, encontraré un registro de gran parte de mi vida. ¡Gracias Diario! No sé que habría hecho sin ti.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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