Acabo de salir de la premier de “El Brujo: Julio Zachrisson” y ya en casa y recobrando el aliento siento la urgencia de compartir con ustedes la maravillosa experiencia que acabo de vivir. Félix “Trillo” Guardia y Tomás Cortés han logrado llevarme en un viaje maravilloso por la vida del renombrado grabador panameño cuyo nombre subtitula la película.

No les voy a contar los detalles pues, aunque gran parte de la vida del maestro Zachrisson es de conocimiento público, de la mano de Trillo y su mini equipo de “visitantes”, el cual, además de Tomás Cortés, incluye a Carolina Borrero nos convertimos en testigos de una intimidad muy especial. A través de sus visitas logran abrir una puerta por la que el artista con enorme candidez cruza para hacernos partícipes de episodios de su vida que nos permiten conocerlo de adentro hacia afuera.

Recorrimos su juventud, plena de aventuras, nos contó cómo y por qué tomó decisiones que fueron un punto de inflexión en su vida, nos hizo reír… reír muchas veces pues era ingenioso no solo para su arte sino también con la palabra. Reconocimos al panameño que, a pesar de haber dejado la patria desde muy joven, nunca olvidó sus raíces, que estuvieron presentes en toda su obra.

Un Félix muy jovencito cometió la osadía de presentarse por teléfono al artista, usando como referencia a su abuela materna en cuya sala se desplegaba una obra de Zachrisson, que Trillo le cuenta que “le parecía horrorosa” hasta que empezó a descifrarla y a la par de ese proceso de descifrar el cuadro se propuso descifrar a su creador.

Su testimonio fue tan honesto, tan directo que cautivó a Julito al instante. De esa conversación pasaron a una invitación para una visita y esa visita desembocó en otra y en otra y en otra. Trillo altísimo, Julio no, Trillo muy joven, Julio no, Trillo en Panamá, Julio en España son algunos de los detalles que hubieran podido presentar una barrera para la comunicación entre estos dos personajes, pero más bien parece que hubieran sido el puente que los unió para siempre. Y para siempre tendremos un Julio Zachrisson que va más allá de sus cuadros, sus grabados y sus esculturas.

Yo, al igual que muchos panameños, conocía someramente su carrera, guardaba también las múltiples menciones de mi madre sobre su “tía Julia Zachrisson”, prima de su abuela a quien ella visitaba con frecuencia con su madre y de quien guardo el ropón bordado por ella con el que me bautizaron hace setenta años, pero el alma del artista me era totalmente ajena y fue allí donde llegué con Trillo.

La producción emana una ternura inusual en un documental, pero claro, el proyecto no inicia como un documental sino como un conocer al artista y conocer fue lo que hicieron y de paso nosotros también conocimos esas facetas que solo surgen a modo de “confesión íntima”. Yo les aconsejo que se dejen embrujar y hagan lo posible por ver esta producción que llegará a los cines el 30 de octubre próximo porque no hay que perder la oportunidad de “ir al cuarto de atrás donde están las esculturas”.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

* Suscríbete aquí al newsletter de tu revista Ellas y recíbelo todos los viernes.