Me he dado cuenta de que Panamá es el país de “solo cumplo las reglas cuando alguien me está vigilando”. Así, aunque sea prohibido hablar por celular mientras uno maneja, si no hay tongo que ponga boleta a la vista, hablo. Y aunque sea recomendable cruzar las calles por los sitios y sobre las líneas pintadas para tal fin, si no hay autoridad a la vista ni autos cerquita, me tiro en la mitad de la vía España con chiquillos en la cadera, en la mano izquierda y un paquete colgando del hombro. Sucede pues que un pueblo indisciplinado por naturaleza —o por falta de educación adecuada— anda por la vida pisando las margaritas. El problema es que al enfrentar una situación de pandemia como la que estamos viviendo desde febrero/marzo del 2020 la indisciplina no se puede permitir y educar a un pueblo malcriado en tres meses…

Y esto es obvio en algo tan sencillo y fundamental como el uso de mascarillas. De las fiestas y escapadas no voy ni a hablar pues no me cabe en la cabeza semejante grado de estupidez colectiva. Y como no lo entiendo, mal lo puedo analizar.

Si yo les pregunto cuál creen ustedes que es el lugar más peligroso hoy en día para quienes están haciendo todo lo posible por no infectarse seguro muchos dirán que el transporte colectivo o los sitios de expendio de alimentos en aquellos días en que el gobierno irresponsablemente distribuye el reguero de bonos de compra entre la población, en lugar de sentarse a crear un programita (que cualquier tonto en Excel puede armar) para que la repartición sea escalonada y no se formen aglomeraciones fuera de control. Porque, señores, si mi familia tiene hambre y me dan dinero, yo salgo por ahí mismo a comprar comida.

Es cierto que estos lugares son de alto riesgo, pero se han puesto a pensar en lo peligrosos que son los residentes de los PH (ajá esos que viven en el mismo edificio que usted) y que han decidido rebelarse contra las mascarillas por quién sabe qué tonta razón y además piensan que las áreas comunes del edificio son parte de su casa. Estos personajes suben a los elevadores sin protección, caminan por el lobby, por los garajes, por el área social, felices como codornices, dejando sus gotitas de virus por donde pasan. Y los PH tienen reglas y son estrictas, pero quienes sienten que tienen corona, sencillamente no las cumplen

En los parques también ocurre. Cierto que son abiertos y que eso disminuye el riesgo, pero aquellos que optan por usar los senderos para correr o caminar tienen que entender que se van a cruzar con otros que hacen lo mismo y que la distancia al momento del cruce no es la apropiada. Y ahí los ve uno, con la mascarilla colgando en el cuello, o cubriéndoles solo la boca y apenas divisan al policía… ¡saz! Se la suben. ¡Ajá! Y el resto del tiempo… manda bolitas, manda bolitas.

Y protestan por las restricciones “porque no las aguantan”. A nadie le gustan, pero mientras los disidentes “se la rifen” los obedientes seguiremos jodidos. Y mientras los que “mandan” sean los primeros violadores de las reglas, pueden regañarnos por televisión tres veces al día y hasta cuatro, pero mientras no den el ejemplo y la población no entienda que el castigo no es una multa sino la muerte tendremos pandemia para rato.