Un día llegaron mis peques a casa luego de la visita que hacen todos los fines de semana a casa de su papá.

Como siempre, me contaron todo lo que habían hecho, qué habían conversado con él, lo que habían comido y hasta qué lugares habían visitado. Y yo, como de costumbre, escuchaba sus cuentos, les hacía preguntas y dejaba que ellos me relataran todos los acontecimientos. Si había algo que no me gustaba, lo dejaba pasar para luego hablarlo con su padre. Es común que pasen cosas que no te gusten o con las que no estés de acuerdo, pero nada que no se pueda resolver conversando.

Ese domingo fue distinto. Dijeron: “Mamá, tenemos una gran noticia”, una que yo sabía que me darían en algún momento, pero les confieso que no me la esperaba tan pronto, o será que tal vez una nunca está preparada para ello.

Y sin más rodeos me soltaron: “Mamá, ¡tendremos un hermanito!”. Y yo exclamé dizque, “¡en serio hijos, qué emoción!”, y como toda madre autoritaria les dije que serán hermanos mayores y tendrían que portarse mejor. “Sí, mami, es en serio, ahora dinos, ¿qué serías tú de él o ella?, ¿la tía?”. Yo, impactada y tratando de que mi cara no se convirtiera en un poema, les respondí de nuevo, con cara de sorpresa y alegría, que era una noticia maravillosa y que se prepararan porque tendrían que dar el ejemplo. Pero ellos seguían insistiendo en qué sería yo del bebé. “¿Serás como una tía, lo podremos cuidar, se puede quedar a dormir un día así como nosotros nos quedamos allá?”, disparaban las preguntas.

Muy serena les contesté: “eso lo veremos hijos. Primero debe crecer un poco y estar más grande, porque un bebé requiere de muchos cuidados”.

Todo eso me llevó a pensar en cómo manejaríamos esto y que de seguro podríamos hacerlo. Los niños son inocentes y no tienen malicia; eso lo inyectamos los adultos.

Muchos requerimos más tiempo que otros para afrontar los temas posdivorcio.

Procuré no mostrar un poco de decepción o tristeza por el hecho de que mis hijos no estaban creciendo en la familia que yo había soñado, pero me llené de pensamientos positivos y de fortaleza. Estoy haciendo lo mejor para darles una familia amorosa: sus momentos conmigo y el respeto que les inculco hacia la nueva familia de su papá hace que todo esto sea más llevadero y que ellos crezcan en un ambiente lejos de sentirse mal por la separación de sus padres. A menudo les digo que su familia creció.

Meses después nació el hermanito y mis hijos querían que yo lo conociera, así que hice todos los arreglos para que eso fuera posible. Le pedí al papá que hablara con su nueva esposa porque para mí era importante que mis hijos vieran que el nuevo miembro de su familia era tan querido como ellos, por todos.

El encuentro fue rápido, en un lugar lleno de gente, una vez que fui a llevarle los niños a un punto de encuentro. Tomé al bebé en brazos y le dije delante de los míos, “estos son tus hermanos mayores; ellos te cuidarán y te enseñarán todo el amor que están recibiendo de parte de sus padres”. Los niños sonrieron, el momento fue épico. ¿Y yo quién soy?, soy la mamá de sus hermanos.