Me sigue impactando cómo las mujeres no somos capaces de ser un grupo unido en algunos aspectos sencillos de la vida. Uno de ellos es el respeto a la familia.

Al conocer sobre la infidelidad de mi esposo (hay que llamar las cosas por su nombre, aunque a muchos les cueste escucharlo), no sabía qué hacer. Tenía tantas cosas en mi cabeza, en mi corazón estaba tan decidida a terminar mi matrimonio, hasta que alguien me dijo: “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra” y fue como un golpe de razonamiento en ese oscuro momento.

¿Qué sigue? No ha sido para nada fácil. Decidí ante todo ver que, si realmente había arrepentimiento, no me dejaría avasallar por esos comportamientos que corroen el alma y no te dejan vivir en paz como lo son revisar el celular, o preguntar insistentemente dónde estás y seguir cada uno de sus pasos. Además, ya lo había hecho una vez y ni me había enterado. El revisar cualquier cosa no me garantizaría nada.

Tengo momentos oscuros en donde me levanto y pienso mandar todo a la porra, pero veo que él realmente está tratando. No de enmendar el error, porque no se puede borrar, pero ha cobrado conciencia del valor de la familia que hemos formado y el valor del tiempo invertido como pareja en cada una de nuestras metas.

En esos días oscuros decido tomar un aire diferente. Se escribe fácil y pensarán que lo es, pero no, porque revivo el momento en que me llamaron para decirme de la infidelidad y el dolor que involucra. Tomo ese aire, trato y logro enfocarme en la fe y lo positivo que tengo en la vida en este instante, mi familia, salud y los sueños que aún nos hacen falta completar.

Seguramente se preguntarán qué me garantiza que no lo haga de nuevo. La misma pregunta le hice y su respuesta fue: “Fui un tonto, que estuvo a punto de perder a su familia”. Si ocurriese de nuevo, no habrá segunda oportunidad, no de mi parte, no de nuestros hijos.

Les confieso algo: con situaciones de infidelidad se muere un poco el amor que se ha construido con los años de relación; ese amor que superó el estrés inicial de los hijos, de la falta de dinero, de los sacrificios. Ahora le toca enfocarse en hacer crecer nuevamente ese amor.

Todos los días me dice “me toca ganarme tu confianza”, y sabe que no será nada fácil. Está, estamos construyendo el camino como pareja, como familia.

No juzgo a nadie que haya pasado por una situación similar y decide separarse. Es difícil, es doloroso, y la decepción y la rabia te guían a cortar toda relación con la persona en quien habías confiado.

¿Y qué sigue? Para mí, se sigue hacia adelante. El tiempo está pasando tan rápido y es una frase que usamos mucho, pero creo que realmente no le prestamos la atención debida.

“Un día estamos aquí, mañana no”, es la frase que me mueve, nos mueve a vivir y seguir hacia adelante. Con cuidado.