Soy de esas personas que cree en el matrimonio para toda la vida, y pese a llevar conmigo un matrimonio fallido, aún sigo creyendo en uno que dure para siempre. Claro, con el hombre correcto.

Después de un año de “duelo”, de curar heridas, sanar dolor y darme cuenta de qué era lo que quería, decidí ver qué había en el mercado. Lo primero que te preguntan es: “¿Ya tienes ganas de salir? Te quiero presentar a un amigo. Es muy bueno y encantador”, pero cuando me decían la edad, no sabía si correr o sentarme a llorar: “Mira, tiene 53, nunca se ha casado” o “Tiene 50” o “Debe estar por los 45” y todas las respuestas terminaban igual : “Pero no parece su edad. ¡Se ve súper bien!”. No digo que no sean jóvenes; ¡lo son! Pero no para una mujer de 33 años.

Como vivimos en un país pequeño, donde el mercado de candidatos es reducido, se me ocurrió la brillante idea de entrar a los dating websites. Había escuchado historias de personas que habían conocido a su pareja en estos lugares, así que en una noche de ocio decidí hacer la prueba y ver qué encontraba. Creé una cuenta. Lo primero que había que hacer era poner un nombre, nada muy complicado, así que puse el mío.

Luego una foto que me favoreciera, nada muy producido y bastante natural. Preferí esperar y ver qué había en el mercado antes de añadir el resumen de mi vida. Me puse a mirar qué ofrecía este mundillo. Lo primero que vi fueron los hombres que estaban geográficamente cerca de mí. Esta fue mi primera alerta de que esto no iba por buen camino. La página me ofrece como posible candidato a mi ¡EXMARIDO! Así que cerré la página y me fui a dormir aterrada.

A la mañana siguiente 35 hombres de distintas partes del mundo habían visto mi perfil. Tenía además seis mensajes. ¡Wow! La curiosidad me ganó, así que me puse a mirar. El primer shock fue la cursilería de nicknames que tenían: desde “The one and only for you” hasta “Prince Charm”. Después de ese lapsus me puse a mirar los mensajes (para ese entonces ya tenía 50 visitas y 18 mensajes, sin mencionar los “me gusta”). Todos concluían en lo mismo: “me encantó tu perfil, súperprofundo. Me encantaría conocerte”. Recuerden que solo puse mi foto y el resumen no tenía nada. Luego estaban los melosos que decían: “¡Qué nombre más hermoso! ¿Tienes pensado viajar a Nueva York?”.

No voy a entrar en detalles del zoológico de personajes que encontré en la página, y menos lo que en verdad eran. Definitivamente, el cibermundo da para mucho y es mejor estar bien conectados para no caer con pastelazos. Después de dos semanas debo decir que me volví una experta en investigación: desde Google hasta las redes sociales (que dicen mucho), al final uno se vuelve mejor que el FBI, CIA, Mossad y KGB juntos.

Di por terminado mi experimento de conocer gente en línea. Lo bueno que puedo rescatar es que después de dos semanas, 300 personas vieron mi perfil, recibí 52 mensajes y 6 personas querían salir YA conmigo, sin siquiera presentarse.

Mis conclusiones: 1) Hay gente desesperada por casarse, 2) Si estás con la autoestima baja, métete dos minutos y déjate subir el ego, 3) Todo lo que brilla no es oro, así que ten cuidado ¡o consigue un buen investigador!