Un hombre se divorcia cuando encuentra a otra mujer; una mujer, cuando se encuentra a sí misma.

Esta frase no es de mi autoría, pero cuando la leí, hace años, entendí mucho de lo que pasa en la mente de las mujeres que deciden divorciarse.

Me estoy refiriendo a quienes toman la decisión del divorcio y, en consecuencia, dan los pasos para llevarlo a cabo, pero entendiendo que en la otra parte de esta ecuación hay un ser humano que, con razón o sin ella, se siente víctima. Sobre ellos no trata esta frase ni este artículo.

Trata sobre las mujeres que luego de muchas noches sin dormir, de escuchar reproches de sus padres, hermanos, amigos, y algunas veces hasta de sus hijos, toman la decisión de seguir sus vidas, dejando atrás al hombre a quien un día se unieron a través de leyes y tal vez ritos religiosos, con el propósito de vivir juntos hasta que la muerte los separara.

Esa mujer que tal vez tuvo que presionar al novio para que pusiera fecha, pues a ellos les cuesta un poco más dar el paso. Esa mujer que vistió su mejor gala para jurar amor y lealtad eternos, y un día despierta y se ve a sí misma en el lugar equivocado, con la persona equivocada y una vida que no era la soñada.

Lo peor que puede hacerse en estos momentos es buscar culpables. En ese veredicto nunca habrá unanimidad. Si el esposo fue infiel, habrá quienes piensen que a ella le faltó ser suficiente para él (¡terrible pensamiento!). Si hubo violencia, no faltará quien diga que “no era para tanto” (¡más terrible aún!). Y si no hubo lo uno ni lo otro, sino pura desilusión, pues la vida juntos no cubrió sus expectativas, sobrarán los reproches porque “el matrimonio es para toda la vida, sin importar si eres feliz o no”.

Pero sobre la felicidad ajena, aspecto inherente a la esencia humana, nadie está facultado para sentenciar.

Cuando una mujer llega a ese punto de la vida y exterioriza su intención, empieza a recibir consejos como: “debes esforzarte, hazlo por tus hijos, no le causes ese dolor a tus padres”. Pero debemos saber que esa persona no está esperando que uno le diga qué hacer. Solo está tratando de escucharse, y lo hará hasta que sus palabras se vuelvan convicción. Ese es el momento al que la frase con que comencé define como “encontrarse a sí misma”. A partir de allí empezará a trazar rutas, ponerse metas, iniciar proyectos.

El dinero será un problema, mas no un obstáculo. Los hijos llorarán, pero valorarán su dignidad y valentía. Los padres se enojarán, pero luego la abrazarán porque la aman. Los hermanos y amigos verdaderos la apoyarán.

No se trata de aupar el divorcio, pero para mí el matrimonio solo tiene razón de ser cuando hay amor, respeto y armonía.