Cuando pienso en todas las expectativas que teníamos en el 2019 con relación al 2020, nadie se podía imaginar lo que nos traería. Imaginamos que el inicio de una década y un número tan bonito como 2020 no podría traer más que cosas buenas, pero como ya sabemos, no fue así.

El 2020 es un año que muchas personas queremos borrar de nuestras vidas, como un mal sueño, una pesadilla. El 2020 permanecerá en nuestra memoria como el año en que sucedió lo impensable, el mundo entero se detuvo ante una pandemia y un virus que no podemos ver ni controlar, un desconocido que no vimos venir, y que jamás imaginamos el poder que ejercería en nuestras vidas.

Son muchas las familias que este año extrañarán en sus cenas de Navidad a un familiar o un amigo que perdió la batalla contra el covid o alguna otra enfermedad.

Mi familia es una de ellas. Este año perdí a mi padre, si bien no murió de Covid, siempre diré que murió a causa de la ansiedad y estrés que género en muchos adultos mayores la cuarentena y el constante bombardeo de noticias negativas. Al igual que muchas familias, sufrimos la impotencia de no poder estar con él y acompañarlo en el hospital hasta el último momento, no hay nada más triste que eso.

Esta era su época favorita del año, siempre fue así, cuando niños disfrutaba escondiendo los regalos, para que la llegada del Niño Dios mantuviera su misterio y más adultos con la alegría de sus nietos abriendo los regalos la mañana de Navidad.

Muchos recordarán este año como el año en que perdieron un familiar, perdieron su trabajo o su negocio. Otros lo recordarán como el año en que se reinventaron y pusieron a andar una idea de negocio, el año en que el destino los llevo a hacer lo que siempre habían querido. Este año unió a muchas familias y parejas, pero también separó a otras. Aprendimos a valorar muchas cosas que dábamos por sentado, la libertad, la salud, el trabajo, el contacto cercano, los abrazos. Este año aprendimos a comunicarnos y a generar cercanía por otras vías, no tan tradicionales, pero sin lugar a dudas ansiamos reunirnos con nuestra familia y amigos como solíamos hacerlo antes de la pandemia.

No sé ustedes, pero cuento los días para que este año termine, y no es que no haya nada bueno que mencionar; como siempre digo, de todas las crisis se aprende algo bueno, pero la pérdida de un familiar y saber que por primera vez no estará contigo en estas fechas es difícil de superar. A pesar de esto, debo agradecer que este año pude escribir un poco más, pude pintar mariposas, hacer un huerto casero, pude compartir más con mi esposo e hijos en casa, pude afianzar y fortalecer mi fe y sobre todo pude pasar mucho tiempo con mi padre. El plan de Dios siempre es y será perfecto y no lo cuestiono, ya que Él no nos pone pruebas que no podamos superar tomados de su mano.

Mis deseos para el próximo año son cosas simples, pero que ahora valoramos más que nunca, poder reunirme con mi familia y amigos en los cumpleaños, aniversarios o simplemente porque sí; abrazarlos y besarlos sin tener una mascarilla y ningún distanciamiento, reír juntos y llorar juntos según la ocasión. Mantener la salud, disfrutar la naturaleza y volver a viajar. Pido que llegue la vacuna que nos permita obtener eso y dejar atrás el distanciamiento social y la “nueva normalidad”. Feliz Navidad y Feliz Año 2021 para todos.