Por mucho tiempo María Eugenia Despaigne se hizo estas preguntas: ¿por qué comemos de más? ¿por qué tenemos una relación de odio y amor con la comida que puede llevar a enfermar? Buscando respuestas, esta psicóloga hizo su tesis de licenciatura y de maestría sobre temas de alimentación.

Estudió sobre trastornos alimenticios e hizo cursos en el extranjero; pero seguía sintiendo que le faltaban herramientas para entender la relación entre la comida y las emociones.

Siguió buscando. Encontró en México un curso sobre mindful eating, algo que nunca había escuchado. “Invitaba a conectarte con la sabiduría de tu cuerpo”, cuenta. Antes de asistir, tuvo que entrar en contacto con dos disciplinas que apenas si conocía: el yoga y la meditación.

María Eugenia comparte cómo esta práctica cambió su manera de relacionarse con la comida y hasta de ver la vida.

¿Qué es el ‘mindful eating’?

Es aplicar el mindfulness a la hora de comer, significa estar consciente de lo que estás viviendo en el momento presente, sin emitir críticas de lo que está sucediendo.

¿Para quién es?

Es para personas que necesitan mejorar su relación con la comida. Ayuda por ejemplo a quienes tengan trastorno por atracón [cuando se consume cantidades extraordinariamente grandes de alimentos y no se es capaz de parar], pero no es útil para quienes padecen de anorexia o bulimia.

¿Qué no es el ‘mindful eating’?

No es una dieta, ni es un taller de nutrición.

Geña, dame un ejemplo de no estar presente cuándo comemos.

Por ejemplo, cuando comes con una pantalla en frente. El cerebro no puede hacer al 100% dos cosas a la vez, a una no le pondrá atención. Por eso hay que soltar el teléfono celular y concentrarse en la experiencia sensorial de la comida [a qué huele, a qué sabe, cómo se ve]. Si tu mente está en otro lado [mientras comes] no te das cuenta si estás satisfecha y comes de más.

¿Qué nos revela esta práctica sobre nuestra relación con la comida?

Descubrimos los conceptos que tenemos sobre comer. Desde chiquita te enseñan que tienes que comer todo. Te sientes culpable por desperdiciar y a veces hasta te conviertes en un basurero. No escuchamos nuestro cuerpo sino a nuestra mente que dice: ‘tienes que comerte todo’.

Necesitamos conectar con la sabiduría del cuerpo. Los niños nacen con esto, ellos tienen la capacidad de disfrutar la comida y saben cuándo parar. Pero al obligarlos a comer, actuamos contra esa sabiduría.

Me comentabas que debemos identificar los tipos de hambre. ¿cuáles son?

Tenemos hasta nueve tipos de hambre: visual que se activa muy rápido cuando vas a un bufet, por ejemplo, y ves toda esa comida. Hambre por el olfato, que experimentas cuando pasas por una panadería y hueles el pan recién hecho. Hambre por el tacto, lo ves en los niños cuando juegan con su comida. Está el hambre que te provoca escuchar el crujido del millo en el cine, ese crunch, crunch. Todas esas veces, aunque estés satisfecha te provoca comer. Debes reconocer estos ‘tipos de hambre’ y saber que no es tu cuerpo quien está pidiendo comida.

¿Entra allí también el hambre emocional?

Sí. Te comparto algo —que me dieron autorización para contar— una de las asistentes a uno de mis talleres tenía trastorno por atracón, y el alimento que ella escogía para atracarse era la mamallena. De niña, su padre, al volver del trabajo, le llevaba mamallenas. Para ella, ese alimento representaba el recuerdo bonito de la relación con su papá.

Se atracaba de mamallenas cuando se sentía insegura o vacía. Ese tipo de poder tiene la comida. No está mal comerte una mamallena, lo que está mal es atracarse. Pero si tienes clara esa relación no te vas a atracar.

¿Podemos parar ese nexo de amor y odio con la comida?

Sí podemos. La comida no engorda, no tenemos que vivir restringiéndonos o sacándonos la grasa en un quirófano. Hay personas que se operan el estómago pero vuelven a usar la comida para lidiar con las emociones y por tanto suben de peso. Se operaron el estómago, no el cerebro. Tenemos que conectar con la comida y con nuestro cuerpo. Cuando lo hacemos comemos lo necesario, y es suficiente. El mindfulness te saca del piloto automático, hace que prestes atención.

¿Cómo se logra?

Sé que hay mucho que hacer en un día, pero por lo menos haz una comida al día sin distracciones. Tú puedes hacerlo con tu hija pequeña. Dile: ‘vamos a comer mindful eating’. Mastiquen varias veces un mismo bocado, disfruten su sabor, su textura. Cuando incorporas esto a tu vida empiezas a saborear otras cosas a tu alrededor. Bajas la velocidad y te vuelves más presente.

A través del ‘mindfulness’, me contabas, también descubriste la autocompasión ¿qué es?

Es la habilidad de tratarte como si fueras tu amiga.

¿No lo hacemos?

No, tenemos un crítico interno que siempre nos recrimina. Así no le hablarías jamás a una amiga.

¿Cómo eso nos afecta?

De muchas maneras, no nos atrevemos a buscar nuestros sueños, nos aislamos. Pensamos que somos los únicos que fallamos o que tenemos problemas. En su máxima expresión nos lleva a desconectarnos, a caer en la ansiedad, la depresión o las adicciones.

La autocompasión te da herramientas para regularte y entender que todos tenemos fallas y emociones difíciles. Es parte de ser humanos, y podemos trabajar en ello.

Perfil:

María Eugenia Despaigne de Martín -o Geña, como le conocen los más cercanos- es psicóloga clínica y especialista en trastornos de alimentación. Fue presidente de la Fundación Relaciones Sanas. Actualmente dicta el taller de Mindfulness y autocompasión en su consultorio de Royal Center. Su cuenta de Instagram es @mindfuleating_pty