En Panamá podemos conseguir decenas de piezas de ropa a bajos precios. Somos parte de un fenómeno conocido como la moda rápida. Desde los años 80, esta ofrece las últimas tendencias de las pasarelas a un menor precio y calidad.

¿Cuánto cuesta verdaderamente?

“En China hay millones de niños esclavizados por la industria de la moda”, explica Stephanie Marie Braddick, directora creativa de Stitch Bees y coordinadora del Mercado Culturoso. “La gente compra la ropa porque es una marca que le gusta… o porque está barata y la puede comprar, pero no tiene idea de dónde viene y de todo el engranaje de cosas malas que hay detrás”.

Como reacción a la moda rápida ha surgido un movimiento opuesto, la moda lenta. Un modelo con el principio de diseñar, producir y comprar indumentaria de forma ética para mejorar la calidad de las prendas y reducir su impacto en el medio ambiente. El método de confección fomenta la producción con materiales ecoamigables y dentro de un sistema de trabajo justo. A su vez introduce transparencia al proceso de fabricación al educar a los consumidores sobre el origen de las prendas.

Con su línea de ropa orgánica y de diseño sostenible para niñas, Stephanie busca generar conciencia entre la gente sobre  la economía circular; un sistema de creación que aboga por utilizar la mayor parte de los materiales  posible en la fabricación de bienes de consumo. Así pueden volver a la naturaleza sin causar daños medioambientales al agotar su vida útil.

Stephanie aplica este concepto a su ropa, diseñando sus vestidos con materiales sin pesticidas ni químicos. Ella usa el corte de campana, por ejemplo, para aprovechar las telas al máximo y para que después las piezas se puedan desarmar y transformar en otra. También quiere que sus clientes le traigan los vestidos en buen estado cuando ya no los quieran.  Los vende nuevamente dentro de su línea “be loved again”.

“Es aprovechar la mayor cantidad de tela y crear la menor cantidad de desperdicio”, recalca Stephanie.

La diseñadora e ingeniera comercial mantiene los precios de sus piezas entre los 25 y 45 dólares aproximadamente, ya que para ella la ganancia verdadera es que las personas entiendan el concepto, les guste y lo copien.

Es responsabilidad de todos, tanto de creadores como consumidores, lo saludable que esté el planeta”.

Lina González, fundadora y diseñadora de Verde Clothing Panamá, crea ropa y accesorios para adultas. Usa textiles hechos de fibras de bambú y cáñamo, ya que son saludables para la piel y tienen un menor impacto contaminante. Le gustaría que las personas se propongan tener menos piezas pero de mayor calidad.

Ella nos explica que para saber la cantidad de químicos que tiene la ropa debemos leer sus etiquetas. Entre más alto sea su porcentaje de poliéster, spandex o licra, más químicos contiene. También intentar investigar sobre los lugares en los que compramos.

“Antes de comprar algo, hay que realmente pensar si lo necesitamos, educarnos bastante sobre la marca, sobre quién lo hace, de dónde viene, ¿tratan bien a los

colaboradores”?, comenta Lina.

Su empresa ha hecho un acuerdo con Ancon. Con cada prenda que compren sus clientes, Verde Clothing Panamá le dona un dólar a esta organización sin fines de lucro.

“No solamente compras y te llevas un buen textil, sino que también estás donando para que se siembren árboles, por ejemplo. Y vamos a seguir haciendo proyectos de este tipo”, asegura.

Para la fundadora de EcotextilesChabela Sicz, aprovechar los recursos no es nada nuevo. Ella está en el negocio de darle nueva vida a las cosas que muchos descartan como basura. Las convierte en accesorios, ilustraciones textiles y ropa, entre otros productos. Quiere que entendamos que todas las cosas materiales, no solo la ropa, tienen un valor que no termina cuando ya no las queremos. Se pueden arreglar o cambiar para prolongar su vida.

“Estas son cosas que si se desechan contaminan, mejor que queden acá refuncionabilizándose”, comenta.

La arquitecta argentina lleva alrededor de 10 años en Panamá reutilizando textiles y otros materiales para contar una historia. Si bien nunca ha comprado materiales, revaloriza los existentes para darles nueva vida de manera sentimental en forma de muñecas blandas, por ejemplo. Busca crear con los materiales que ya formaban parte de la vida de sus clientes.

“Se trata de darles un producto personalizado que conlleve un valor sentimental, que va más allá de una marca”, manifiesta Chabela. “Hay como algo mágico en eso que puede ser superficial pero que está conectado con los recuerdos”.