Hace un par de años decidí comenzar a correr. Inicialmente lo hice con un grupo que me encantaba, pero entre los tráficos y demás dejé de ir a las prácticas porque me quedaban un poco lejos.

Yo nunca fui deportiva, EVERRR. En mi casa mi mamá nos decía: “las niñas no andan por allí con las rodillas peladas”, y yo me lo creí al pie de la letra, y fue entonces cuando tomé mi rol de “Princesa forever”. Sin embargo, para mi sorpresa, cuando comencé a correr me di cuenta de que no me costaba mucho, que lo hacía bastante bien, y que además era mucho más competitiva de lo que yo pensaba. El correr me dio la satisfacción de entender que somos nosotros los que nos ponemos nuestros límites y somos nosotros los que decidimos romperlos.

Dejé de correr de forma competitiva hace como dos años, por todas las excusas que quieran, pero siempre he querido hacer un maratón. Lo más que llegué a correr fueron 21 km. Pero desde que todo esto del cáncer comenzó, siento que estoy en un maratón más desafiante que la Chicago Marathon ni qué ocho cuartos.

Correr es una disciplina, hay que entrenar, descansar, escuchar a tu cuerpo, nutrirte y disfrutarlo. Te vas a cansar, te vas a quedar sin aire, te van a doler las rodillas, te vas a desanimar, vas a sentir que no vas a poder terminar; pero al final, sí puedes.

He sentido que he tenido que correr un maratón sostenido por meses. Con lomas y bajadas, con caídas y tropiezos; con alegrías y tristezas, con ánimos y desánimos. He pasado de estar en la primera fila en la meta con una medalla, a estar en los últimos lugares, casi adelante de la ambulancia. Tengo doctores, nutricionistas, enfermeras, equipo de apoyo y hasta choferes a mi disposición, pero con todo y todos, me siento muy débil. No estaba entrenada para esto.

Hay días que siento que no puedo más, pero ya estoy a punto de llegar a la recta final. Me siento agotada, cansada, abatida. Tengo ojos que me miran en ambas direcciones, que me animan a seguir, y no puedo defraudarlos… pero siento que no puedo llegar. Tengo expectativas altas, quiero celebrar en grande, pero todavía estoy a medio camino, esta es la primera meta, faltan otras dos más.

En este momento me siento como una versión de Horripila McPila. El cabello ha comenzado a salir, ¡pero en unos rulitos bien raros que quizás afloran un ADN desconocido! Encima, no salen parejos, y la gente me dice: “oye, qué fula”! Y es la cabeza de copito de algodón que hasta yo misma desconocía que tenía. Cejas y pestañas nite nite. Y es que, claro, mi expectativa no es la realidad. ¿HASTA CUÁNDO VAS A ENTENDER que pasaste por una QUIMIO? Bueno, es que pensé que con el cambio de química todo sería diferente, pero NOOO es así, HAY QUE TERMINAR.

Toda esta metáfora del maratón es así. Hasta los mejores atletas tienen sus momentos. Estoy en el mío, pero no quiero dejarles un mensaje de tristeza; quiero expresarles cómo me siento, pero que sepan que la lucha hay que continuarla, que las cosas que son fáciles no tienen una satisfacción real, lo que nos cuesta ganar es lo que realmente vale la pena.

Todo lo que hacemos y pensamos viene de un estímulo y una respuesta, eres tú el que tiene la última palabra. Cada una de las facetas de nuestra vida: alegrías, tristezas, problemas, enfermedades, son estímulos que recibimos, y la respuesta que le demos a cada uno de ellos es lo que va a determinar el camino a seguir y, por ende, el éxito o el fracaso de nuestras decisiones en cada uno de los roles que estamos destinados a cumplir.

No crean que si pudiera volver a elegir enfermarme esto es lo que elegiría, ¡por supuesto que no! Pero SÍ elegiría el espíritu de lucha que esta enfermedad me enseñó, la fragilidad a la que me enfrentó, donde la vida nos puede golpear y dejarnos de lado. Repetiría la calidez que siente mi corazón cuando la gente se me acerca para preguntarme parte de mi experiencia o para hacer una oración por mí; o la empatía que siento cuando veo a otras personas que están pasando por lo mismo que yo. No quiero que se me olvide nunca el agradecimiento a todos los que me han cuidado con amor, o cada una de las palabras de aliento que he recibido a través de María Antonieta.

Quizás después de todo esto me anime y haga finalmente el maratón, aunque me muera en el intento, porque lo que sí sé es que ¡no me quedaré con las ganas!