Les quiero confesar algo: el día en que yo esté en un concierto privado con Sting, ni piensen que les voy a compartir fotos, minuto a minuto. Menos, un video.

Estaré concentrada. Escuchando. Seremos solo él, yo y lo otros mortales afortunados que allí estemos. Nada me distraerá. A menos que mi papel en ese lugar sea el de periodista y me toque hacer la cobertura. Eso es otra cosa.

Bueno, eso digo o escribo. Capaz que llegado el momento haré lo mismo que hace la mayoría: sacaré mi celular para grabar. Estaré allí sin ver, sin apreciar el momento. Solo mirando la pantalla.

No me digan que no es así, porque lo sé bien: mientras grabas con celular no estás mirando.

He pensado mucho en esto desde que hace unos días vi, por casualidad, un video. Allí estaba Sting en un lugar que parecía un jardín, cantando frente a unas cincuenta personas; cuidado, menos. Era una actividad privada.

La calidad del video, en alta definición, era tan buena que casi sentí la brisa. Qué bien canta Sting. Le pone el corazón. A pesar de que lleva años rasgando esa guitarra. Envidié a los presentes, quienes disfrutaban de semejante talento a una distancia en que casi podían oler el champú que llevaba el cantante de Message in a Bottle.

Además, se veía un día agradable. ¿Sería media tarde? Entonces, caí en cuenta de que quienes veían el concierto no lo estaban viendo, en vez de eso filmaban con sus celulares.

¡No puede ser! ¡Es Sting! ¡Disfruten de estar allí! Grité a la pantalla. Era por gusto. ¿Acaso sería una reunión de los sobrinos de Sting? Tan cansados están de oírlo que solo lo graban para luego compartir y presumir a los amigos.

Ya sé lo que ustedes me van a decir. Los conciertos ahora son así. Vamos a grabarlos, no a escucharlos.

Miren, hay momentos que yo quiero grabar para compartir y recordar en cinco años, por ejemplo, mi hija bailando empollerada. Pero si lo único que hago es grabarla y no observarla, me estoy perdiendo la mejor parte.

¿No? Mis amigas más innovadoras me dirán: ‘pero, graba un pedacito y disfruta el resto’. Tal vez. Pero prefiero almacenar esos recuerdos en mi memoria, no en la de un cacharro. Dudo que, al menos yo, pueda hacer ambos a la vez.