Hemos pasado en la redacción de Ellas por unas semanas de concursos de belleza: Miss Mundo, Miss Universo, Miss Turismo Internacional… a propósito, pueden leer la entrevista de la reina panameña discriminada por vitiligo.

Justo es preguntarse, ¿cómo es posible que aún se hagan competencias donde la mujer es medida por su apariencia? Lo curioso es que las noticias que escribimos al respecto, al menos en nuestra página web, suelen estar entre las más vistas.

Los que organizan esos concursos, desde hace años, Miss Mundo tiene 67 y Miss Universo 66, saben que el mundo cambió. Tratan de responder a ello. Veremos si es suficiente. Por ejemplo, Miss Mundo eliminó la prueba de vestido de baño, y sus concursantes deben tener algún compromiso con la comunidad. Su forma de actualizarse es insistir en su lema: “Belleza con propósito”. Por supuesto que cambios cosméticos no bastan y las críticas continúan.

Del otro lado están los que aman estos concursos. Allí hay un lugarcito para los missólogos. Sí, hay ciencia de las reinas de belleza. Ellos saben qué país tiene más coronas y cuándo las ganó. Saben los nombres de las reinas, sus historias y sus caminaos.

Últimamente he notado que el mismo furor que despierta el fútbol, del que todos queremos opinar, surge en estos certámenes. Si en el fútbol decimos: “debieron haber sacado a fulano y poner a jugar a ciclano”. En los reinados se opina: “debió soltarse el cabello”, “no le va ese color de vestido”, “no sabe caminar”, “muy bonita, pero se cayó en la pregunta”.

El que este año Miss Universo tenga una concursante transexual ha desatado tal ira y admiración (sí, las dos cosas a la vez) que solo puedo decir que a la gente sí le importa los concursos.

¿Eso habla más mal de la gente que bien de los concursos? Quizás sí, porque lo que se debería pelear es por romper ciertos cánones de belleza, incluir a mamás, a casadas y divorciadas, ¿no?

¿Vieron?, también me salió mi parte missóloga. ¿O no?