Un papelito con una palabra sucia. Yo tenía como 10 años, pasaba el verano en San Carlos y aquella cosa fea se había caído de un bolsillo de mi abuelo. Cuando pregunté a mis primos, supusieron que alguien se lo había dado de maldad, porque él no sabía leer.

No podía creerlo. ¿Cómo que no sabía leer? ¿Cómo que alguien se burlaba de él? Él, tan astuto y vivo; conocedor de todos los árboles y los animales; él, que pegaba un grito y los perros agachaban las orejas del susto, no  podía imaginarlo indefenso ante una palabra escrita.

Hoy es difícil imaginar que hay gente analfabeta en Panamá o que no terminó la primaria, pero la hay. Montones. Empezar a trabajar desde muy joven, tener muchos hijos muy temprano o no contar con oportunidades son algunas de las razones.

Recordé esto con el fallecimiento del padre Fernando Guardia hace poco. Cuando uno se va, dice mi mamá, no se lleva nada, pero el padre Guardia dejó, sembró y regó la semilla del Instituto para la educación por radio, Iper, y su programa Maestro en Casa, que empezó en 2001 enseñando a leer, y hoy ofrece un bachillerato en comercio con énfasis en pequeña y mediana empresa.

El programa ayuda a mucha gente en el interior, pero también aquí en la ciudad. La maestra Emérita De Garcerán es una de las facilitadoras. Ella, dando clases en San Miguelito se dio cuenta de que papás y abuelos de sus alumnos no habían terminado la escuela. Por eso, cuando en la pastoral de su iglesia oyó que necesitaban voluntarios para un programa que alfabetizaba a adultos, se apuntó.

“Ustedes a estas alturas estudiando, ¿ya para qué?”. Eso lo han escuchado Larissa y Lorena Padilla, mellizas de 40 años  que viven en Capira y que el año pasado completaron el primer ciclo oyendo discos compactos y reuniéndose una vez por semana en el Ministerio de Desarrollo Agropecuario de Capira, donde van cerca de 100 alumnos. Estas mellas sueñan con la universidad. Una  tiene una hija en cuarto año de licenciatura.

A veces los hijos o nietos se sorprenden: “mamá, abuela, ¿para qué usted va a ir a la escuela?”, preguntan. Pero después se enorgullecen al ver lo que logran.La maestra Emérita tiene alumnos desde los 14 años hasta los 70. Abuelitas estudian el segundo grado a la par de sus nietecitas. Ya se le graduó una de 65 años y tiene a otra de 68 en primer grado. “Esos alumnos son los que más estudian”.

Se apuntan más mujeres (60%) que hombres (40%); parece que a ellos les da más pena. Para espantarla, el padre Guardia decía: “Nunca es demasiado tarde para aprender”. Esto es aplicable a todo lo que queramos lograr en la vida.