En mi casa tengo una guía de viajes del Almanaque Azul. Aunque estoy lejos de haberla usado como se merece, me gusta tenerla ahí. De vez en cuando la abro y miro los lugares maravillosos, y algunos recónditos, de Panamá a los que no he ido… ni iré, pero podría ser.
Hace unos días abrí las últimas páginas y me encontré con una sección titulada Hablando y entendiendo el lenguaje panameño. Por supuesto, es vital que cualquier viajero que venga a Panamá entienda frases como hay que mulear bastante para llegar allá o venga pa’l parquin. Panameñismos, pues, como diría doña Luisita Aguilera Patiño, autora de El Panameño visto a través de su lenguaje.
Pero entre las palabras listadas había algunas que, sospecho, la ilustre Luisita no habría reconocido porque son más contemporáneas: la botó, guial, pifioso y plena.
En un recuadro aparte, el libro mostraba algo que me hizo reír primero y pensar después: expresiones panameñas para decir sí y no. La introducción explicaba que, como en otras culturas, a los panameños nos cuesta decir no, y buscamos formas más amables de hacerlo. De cañón, como dice ese glosario.
Pero al leer la lista quedé estupefacta.Formas de decir sí: Cómo no, ofi, de cañón, manda, is, ajá, de fijo, dale pues.Y formas de decir no: Creo que sí, voy a tratar, voy a hacer lo posible, puede ser, on, voy a ver, de pronto, qué va.
Mi ceja se levantó hasta el cielo. Me vi clarita entre las filas del voy a ver, puede ser y creo que sí… cuando en realidad es un rotundo no.
Déjame ver ha sido, me temo, la respuesta de miles de madres contemporáneas cuando los hijos piden cosas imposibles, temerarias o carísimas. Es la forma moderna —más diplomática, menos trágica— de aquel ni se te ocurra o sobre mi cadáver, frases que ya merecen la prueba del carbono 14.
Detrás del voy a ver se esconden buenas intenciones: no herir sentimientos, no amargar el día o, el más egoísta, no parecer una villana. Pero también hay algo de cobardía. Además, no puede vivir una toda la vida en el limbo del de pronto.
Un no claro ahorra tiempo, evita enredos, alivia falsas —y necias— expectativas. Es una forma de respeto con el otro e incluso de amor propio.
Ser más directa será mi próximo objetivo.
Bueno, voy a ver.
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