No he perdido la esperanza de algún día vivir de mis manuales absurdos, que por absurdos reflejan fiel la realidad. Hoy quiero derramar mis conocimientos acerca de un tema sobre el que usted quizás sabe más que yo.

Se trata del Manual para que nadie la note. Usted lo puede poner en práctica en su oficina, ministerio, iglesia o hasta partido político. No se haga, que a usted bien que le gusta trabajar para que otros se luzcan.

Haga silencio. Cuando llegue la hora de exponer sus ideas en una reunión, mejor espere que otro hable. Así él o ella hará ese fabuloso aporte que usted había pensado y todos dirán. “Bien pensado, señor Jiménez”.

Permita que se luzcan otros. Si hay que presentar un proyecto, deje a alguien más hacerlo, así sea algo que usted ideó o trabajó duramente.

Vístase neutro. Lo sé bien, usted no quiere hacerse notar. Escoja colores como negro, gris, azul oscuro, de pie a cabeza. Entre menos se den cuenta de que usted está allí, mejor.

Siéntese por allá atrás. En las junta no se haga en la mesa principal; busque las sillas afuera.

Échese más trabajo encima. Sabemos que usted es la mejor. Cuando los demás lo hacen mal, no saben, o se hacen los que no saben, usted ponga el pecho. Y no diga que lo hizo.

No acepte ese puesto. Usted lo haría bien. Aunque todavía no se siente lista. Rechace el puesto. Luego no se sorprenda si se lo dan a un o una recién llegada.

Deje que otros se apropien de sus ideas. Además, si la idea es mala, nadie la va a culpar. Ojo, que tampoco nadie le va a reconocer si se convierte en un éxito.

Al final mi libro tendrá un capítulo titulado “Tu trabajo no habla por ti”, donde desmitifico todas esas bobadas de que trabajar calladita, en silencio, sin molestar, es lo mejor.

Aunque debería hacer que esa parte me la escriba un experto de esos que hablan mucho pero saben y hacen poco. O podría escribirla yo y decir que él la hizo.