Si estas letras —sí, estas mismas que usted está leyendo— fueran arañas venenosas muchos ya estarían picados. ¡Auchh! Listos para la foto.

Lo digo porque está comprobado que la gente no lee. ¿Comprobado por quién?, por mí, por supuesto.

Primera evidencia, señor juez: La puerta dice “hala” y “empujan”. Halen, por favor.

Segunda evidencia: Hay un enorme letrero que dice: “no estacione aquí” y es como si en él se leyera: “estaciónate”, es más, estaciónate siete horas si quieres. Mejor ¿por qué no te mudas a este estacionamiento?

Tercera evidencia. Cada vez que alguien pone en Instagram o en Facebook un mensaje del tipo: curso de hacer ganchitos en forma de periquito. Se dictará en Brisas del Golf. Los sábados a las 2:00 p.m. Cuesta 15 reales. Teléfono: 389 XXXX Cuando lees los comentarios de la gente, o sea la respuesta al aviso, esto es lo que aparece: “me encanta, ¿qué día es el curso”, “yo quiero ir, ¿a qué hora empieza?”, “¿cuánto cuesta?”, “¿tienen un teléfono?”.

Me pregunto si es una broma. ¿No ven que todo eso ya lo dice allí? Pobre de la que tiene que responder todo eso, y tiene que contestarlo para llenar el curso de ganchitos de pericos. ¿Es tan difícil poner un poquito de atención?

Todo lo quieren, lo queremos, masticado. ¿Hasta cuándo esta lucha? Fuera de broma, no leemos y cuando lo hacemos tampoco comprendemos.

Menos leemos los contratos, las pólizas y las tantas cláusulas. Firmamos y allá va eso. Después estamos llorando en la Autoridad de Protección al Consumidor y Defensa de la Competencia (Acodeco). Con perdón de los que sí leyeron hasta la letra más chiquita y de todos modos alguien pretende abusar de su buena fe.

Pero también están los que leen otra cosa. Cuando alguien escribe sobre una mujer curvilínea: “vivan las mujeres reales”, enseguida saltan dos diciendo “y acaso las flacas no somos reales”. Una cosa no tiene que ver con la otra.