Las secciones de autoayuda y negocios de las librerías están repletas de títulos como: Pan con queso para millonarios; Nieta rica, abuela pobre; Haga plata como un monje que maneja un Ferrari ¿No? Bueno, a mí me suenan así. Siempre me queda la espinita de que quien hará la plata es más el que vende estos libros que el que los compra.Pero aceptemos que hay gente para todo. Yo aquí, desde esta columna, sin que le cueste más de los 50 centavos que ya pagó por el periódico, le voy a dar dos  consejitos de cómo no negociar. Eso sí, por semejante precio no me exija  mucho.

1. No le dé pena hablar de dinero. Hace un tiempo un amigo salió triunfante de una reunión con el gerente. Dijo que ya tenía apalabrado un aumento. Cuando le pregunté si era sustancioso me dijo que no sabía. Había hablado media hora con el jefe, pero no se había atrevido a hablar de cifra. Eso le parecía  de mal gusto. ¿Qué iba a pensar el jefe? Yo no sé por qué los panameños —sí, los panameños— tenemos horrible vergüenza de hablar de dinero. No queremos que nuestros jefes piensen que tenemos hipoteca, que pagamos agua, luz, cable,  y menos que estamos en el trabajo por la plata. ¿A quién engañamos?Digo. Sé que usted  hace su trabajo con amor y cariño, pero también tiene obligacioneseconómicas.

Mire, si usted pide un aumento, es probable que el jefe piense en 50 dólares y usted esté pensando en 200 dólares. Aclárelo.Después no se sorprenda si descubre que fulanita que acaba de entrar, que tiene menos experiencia que usted y que hace menos, gana el doble  porque a ella no le dio pena decir que quería ganar tanto.

2. Jamás diga ‘págueme lo que usted crea’. Me ha pasado que cuando tengo que negociar un precio de trabajo con una persona, esta me da vueltas para decirme cuánto es.No me refiero a esos vivarachos que primero te tiran una cifra por el suelo para una vez mordido el anzuelo  cuatriplicarte el costo. Pillos. Me refiero a la gente decente, que trabaja bien, que es independiente pero que le cuesta un mundo decir “Mi trabajo vale tanto”. Y en vez de eso se salen con “Bueno, este, págame lo que tú creas”. ¿Lo que yo crea? ¿Yo que voy a creer?

Amigo lector que está leyendo estos consejos de 50 centavos, no cometa semejante  error. Aquí vuelve y traba lo de que nos da pena que piensen que necesitamos el dinero. Pues sí, lo necesitamos y lo merecemos cuando hemos hecho el trabajo. Ponga un precio justo,  no se tire por el suelo. Si usted no le da valor a lo que hace, ¿quién?

Peor aún, conozco diseñadores gráficos, correctores, periodistas que se meten a hacer trabajos sin nunca preguntar cuánto iban a cobrar, o por lo menos dejar claro desde el principio que lo iban a hacer por amor al arte.

Está bien si usted dona su trabajo, pero porque usted lo decidió, no otro vivaracho.