Los asistentes, emocionados, querían tomarse fotos con el famoso expresidente estadounidense. Tanto así que ella también se animó, no sin antes pedir permiso a quienes la habían contratado. No quería parecer poco seria.

Por supuesto, ellos le dijeron que sí.  Cuándo se acercó al señor Clinton él la miró a los ojos, le tomó la mano con firmeza, le tocó el hombro y cuando ella le dijo que su nombre era Cibeles, él lo repitió, siempre mirándola a los ojos.

Ella sintió que él la trataba como si fuera la única persona en la sala. ¿Acaso lo había flechado? Cuando Cibeles regresó a donde estaba el fotógrafo que le había hecho el retrato, le dijo: “¿viste eso? Creo que me estaba tirando los perros”. Y el profesional del lente le dijo: “Si es así, a mí también me los tiró”.

Y es que Bill Clinton  procura saludar con el mismo entusiasmo a todo el mundo.

Esta anécdota que sacó risas al auditorio, la contó Cibeles en su taller sobre Cómo hablar en público, que suele dictar a principios de año. Lo recomiendo.

Con ese relato ella nos demostró que para causar buena impresión se necesita práctica y desarrollar una técnica, tal como lo hace  este señor y muchos otros.

Me  atrevo a contarles otra historia de esa noche. Cibeles a principios de su carrera audicionó para trabajar en televisión. Tenía todo para verse bien en cámara: bonita, joven, ingeniosa. La contrataron, pero (siempre hay un pero) la pusieron a presentar la Lotería. “Yo era era la menos indicada -nos dijo-. Mi familia no es de lotería”. No sabía de sueños, de chances o de billetes;  pero llena de motivos aceptó. Se paró en la Plaza Victor Julio Gutiérrez con un micrófono y empezó a narrar: “aquí estamos… y esas que giran son las pelotas del gobernador….” ¡Plop! La sacaron del aire.

Tenía que decir balotas no pelotas. El productor la regañó y ella no se quedó callada. “Usted no me dijo lo que yo tenía que hacer”. Y en ese momento ella aprendió una  lección. El productor pensó por unos segundos antes de responder: “No te dije, pero era tu trabajo y te tocaba a ti saber cómo hacerlo. Prepararte”.

Si uno quiere hacer algo bien, tiene que prepararse.

Teresa Baró es una especialista en comunicación no verbal, autora del libro Inteligencia no verbal, ella  enseña que todo lo que  no se dice comunica.

Desde la forma en que uno estrecha la mano, hasta la hora en que llegas porque la puntualidad o la impuntualidad dice mucho..Y si se quiere tener una buena comunicación no verbal,  Baró dice que hay que prepararse.

Tomar un tiempo para pensar cómo nos perciben los demás, cómo es nuestro tono de voz, cómo utilizamos el espacio ¿nos acercamos demasiado a las personas o parecemos incómodos frente a los demás?

La falta de preparación es demasiado frecuente. Hace unos días consultaba con un amigo sobre tomar un taller con un escritor panameño muy brillante. Y lo es, me confirmo mi amigo, pero tiene por costumbre no preparar sus clases. Llega al salón y empieza a improvisar, como es tan bueno no cree que necesita más.

Entendí perfectamente lo que me decía  ese amigo ¿Cuántas veces no hemos ido a una conferencia donde descubrimos que el expositor famoso estaba poco preparado? Es decepcionante.

Y además, hay que esforzarse más. Me contó una jurado de un concurso de literatura que había encontrado historias muy buenas en un certamen, pero les faltaba más trabajo, estar más pulidas. Y es que lo bueno requiere un poquito más de trabajo.

Esforzarse, meterle ganas y mejorar debe ser parte de la vida. Hay que estar consciente de ello porque es muy fácil aflojar el ritmo. Las personas que practican deportes saben que no pueden dejar de entrenar. Así es en cualquier campo: necesitamos seguir aprendiendo y perfeccionando lo que hacemos. No importa lo que esto sea.