En principio, no entendíamos para qué tantos baberos. Nos parecían excesivos que nos regalaran tanto. Lo poco que llevábamos con el bebé, tampoco era que babeara tanto. Pero ahora, a sus cinco meses, hemos entendido que incluso nos faltan.

El tipo babea de vicio. Ponerle un bebé crece sin babero es un crimen, pues en menos de una hora está completamente mojado. Babea principalmente cuando está en el piso poniendo en práctica su extraña locomoción que depende de su vientre.

Pero también babea a borbotones cuando ríe, llora, cuando está viendo algo, cuando no está viendo nada. Es una máquina. Ojalá encontrara la manera de utilizar esa saliva para crear algún tipo de energía, a ver si nos ahorramos un par de dólares.

Los baberos también se han convertido en aliados ahora que el doctor le ordenó comer sólidos. Nada muy duro tampoco, pues todavía no le sale el diente.

¿Recuerdan que en la columna anterior dopamos al pobre chiquillo con Corefin, al parecer porque se sentía mal, porque le estaba por salir un diente, que dizque lo vimos y todo en su encía ancha? Pues resulta que no viene nada y la incomodidad que tuvo bebito bien pudo ser, explicó el doctor, un virus incubado que no maduró.

Lo primero que nos ordenó darle fue una papilla de arroz. Nos dijo un par de marcas pero compramos la de menos ingredientes. Algunas traen hasta jugo de uva, pero el doctor recomendó no darle nada dulce aún para no malcriar su paladar.

Ha sido un éxito. Bien he hecho en denominarle comearroz, porque eso hace. Se empuja esa papilla como si no hubiese un mañana, aunque parte queda en sus manos, sus mejillas, su pelo, su cuello y su frente. Además, apenas me descuido intenta meter las manos en la mezcla.

Eso para el desayuno. Para el almuerzo, le recetó vegetales de sopa. El primero que le dimos fue zapallo. Con eso estuvo como una semana. No le gustó tanto, pero igual le dio duro y se lo acababa. De más está decir, que gran parte de la sala está embarrada de zapallo seco. Y ahora está con el otoe. Creemos que le gusta más que el de zapallo, pero tampoco se compara con el gusto que tiene por la papilla de arroz. ¡Y eso que aún no tiene presa!

Ya tiene permitido el agua. Por fin. Después de meses de pelea con mis tías, que si el niño necesita agua, que si a mí me rellenaron de agua y aquí estoy, que el agua es lo más preciado, que qué calor.

Según nuestro doctor, y otros que consultamos, se les prohíbe el agua por un tiempo para no confundirles su sistema digestivo y que saquen todos los nutrientes de la leche materna -que bastante agua tiene ya-. Con el agua, explican, el estómago puede quedar con la sensación de llenura, por lo que rechaza la leche y no consume los nutrientes que necesita.

Bueno, eso es cosa del pasado. El niño ahora puede tomar agua. Se la quisimos dar en mamadera, pero qué va. Así que se la servimos en un vasito de silicona. Al principio como que no entendía la movida, pero ya le agarro la mano y la toma bien. Aunque también derrama un montón. Es un aprendizaje lento.

Con estas comidas está tomando menos leche. No sabemos cómo influye en su peso, pues bastantes libras tiene ya el comearroz. A sus cinco meses pesó 21.5 libras. Ya no es tan fácil levantarlo del piso ni cargarlo de aquí para allá. Que lo diga la madre, que la otra vez faltó al trabajo por una tortícolis que la agarró y la dejó en la cama.

Pero bueno, según las tablas de peso y altura, el niño está dentro del rango. Así que siga la fiesta de comida. Su próximo plato: ñame y más agua.