Los cálculos llegaron después de la emoción inicial. Lo primero en lo que pensamos fue en los cambios en la casa. Cambiar los cielos rasos a planchas de hielo seco en lugar de fibra de vidrio; reemplazar el piso de la cocina; comprar aire acondicionado y algunas otras cosas menos importantes. Lo segundo en lo que pensamos fue en todas las cosas que necesita un recién nacido. Y comenzó la ansiedad.

En nuestra ignorancia de padres primerizos hicimos una pequeña lista mental que incluía: biberones, tina de baño, pañales de tela, cuna, cambiador, silla del auto, sabanilla -que por el nombre siempre pensé que era una sábana especial,  y no es más que una sábana pequeña-, intercomunicador. Y ya. Decíamos, sin saber lo que teníamos por delante, que eso era lo básico, que con eso era suficiente. Hasta que lo comentamos con gente experimentada.

Pijamas, baberos, sacagases, medias, zapatos, esterilizador, tenazas, cepillos, ordeñador, paños, aspirador nasal -el privilegio de chupar mocos-, aceites, coche, pañalera, corral, moisés, ganchos, mosquitero, colchón impermeable, mantas de lanilla, almohadas antirreflujo.

Nos hablaron de listas, de almacenar pañales desechables -porque los primeros meses es una utopía usar los de tela-, de adornos para el cuarto, de cuentos para dormir, de sonajeros. De chupetes que son termómetros, de mecedoras automáticas, de sensores para la respiración. Tecnología de punta. Todo se resumía en dos cosas: qué bueno que somos mamíferos y no debemos de preocuparnos de alimentos por varios meses, y cómo hacemos para comprar tanto chéchere. Y entonces alguien me iluminó el camino: los baby shower.

Siempre escuché hablar de estos eventos, pero no fue hasta ahora que internalicé su importancia. Para quien no sabe parecería algo trivial, pero ahora que sé qué son, me parece una de las más bellas expresiones de solidaridad y camaradería. Una especie de subsidio amoroso de parte de amigos y familia.

-Pero, ¿qué tienen de especial los baby shower? ¿No? Son una fiesta para celebrar la llegada de un bebé?, pregunté destilando ignorancia pura.

-Noooooo. Los invitados a los baby shower pueden llevarte dinero para que compres cosas o, mejor aún, te llevan lo que necesitas.

-¿Quéééééééé?

Tal filantropía me pareció inimaginable. Hasta que, como enseña el periodismo, confirmé con otras fuentes. Se lo comenté atónito a mi novia, pero ella ya tenía claro estos asuntos; el desinformado era yo. Y empezamos a organizar baby showers. Ya planeamos uno con mis amigos de oficina, otro con los amigos de la oficina de mi novia, otro con familiares y un último con los amigos de otros círculos. Estos baby showers serán para ellas. Y para ellos.

Para hombres, mujeres, perro, animal, cosa. El que quiera jugar, que juegue; el que quiera beber, que beba. Cerveza, vino y ceviche para todos. Lo importante es que se acuerden del niño y que lo hagan con regalos. Ni siquiera tienen que ser nuevos. Basta con que nos echen una mano. Un pacto de fraternidad.

Ya vendrán otros gastos: educación, salud, alimentación. Pero el primer paso es el más importante y lo daremos con el amor de la gente alrededor nuestro. Nuestro hijo también pondrá su granito de arena. El doctor calcula que nacerá a mediados de diciembre, con altas probabilidades de que sea el 25. Es decir que cumpleaños y Navidad sería un solo regalo. Zambo estaría orgulloso.