Cada vez que mi familia aumenta en número mi corazón se pone contento, sobre todo por aquello de que en estos tiempos los nietos llegan despacito como la canción. Tanto así, que alguna vez llegué a pensar que me tocaría recibirlos raspando la cuarta edad, pero gracias a Dios la cosa se aceleró y el 22 de noviembre pasado, el número de nietos llegó a siete. Ese número que es supuestamente de la buena suerte.

Pues mucha suerte hemos tenido de que Abby Ramírez Fábrega haya llegado al mundo sana, guapa y cachetona. Su mamá, muy bien. Su papá, aprendiendo rápido. Sorprende que a pesar de ser la primera bebé en su casa tanto papá como mamá la manejan con una experticia nunca vista. Lala, la perra, no se separa de ella y está vigilante día y noche para que nadie la moleste.

Abby es una niña bien portada, pequeñita en tamaño pero grande a la hora de instalarse en el corazón de todos los que la han conocido. De los otros abuelos ¿Qué se puede decir? Por aquel lado es la primera nieta, la primera biznieta, la primera todo… así pues ha sido bautizada “princesa” de todos aquellos reinos.

En el nuestro, le toca compartir la corona con la media docena de muchachitos la precedió pero eso no hace ninguna diferencia pues a todos se les quiere un montonón. Se me ocurre pensar que Abby -aunque se parece a sus parientes del lado de allá- tendrá el carácter de su mamá. Un carácter suave y llevadero pero ante todo firme. Echada pa´lante y creativa -eso de la creatividad le llega por ambos lados.

Tendrá que aprender a resolver desde pequeña pues así es la vida, pero habrá buenos maestros pues ambos, Bea y Rodrigo, tienen muy claro hacia dónde van y Abby no les perderá ni pie ni pisada. No la dejarán. La veo batiendo dulces antes de aprender a hablar y repartiendo sonrisas generosamente.

Hay muchas cosas que aun no sabemos del futuro de Abby, en realidad no sabemos nada, pero viendo la dinámica del hogar en que le tocará forjarse ese futuro, no hay duda de que llegará lejos. Sus papás están dedicados a ella, no muestran nerviosismo alguno, hay paz en esa casa y todo eso lo absorben los niños. Se salvó la pelaíta.

No puedo dejar por fuera el hecho de que su otra abuela ya le tiene el ajuar listo como hasta los quince años. No habrá niña más emperifollada que ella, a menos que salga “arrancavinchas” como su mamá.

Aquella noche que pasamos en vela esperando su llegada rezamos mucho, es lo que se hace cuando se espera un bebé. Fueron once largas horas pero el premio fue grande, muy grande. La imagen de ese papá súper emocionado sacando a su bebé en brazos para que pudiéramos verla por primera vez quedará grabada para siempre. La foto se guardará con mucho cuidado para que algún día esa niña comprenda lo que significó su llegada.

La tropa crece y esta chiquitina recibirá ayuda, consejos y cariño de todos los primos que la precedieron. Y los abuelos, pues al pie del cañón para lo que se necesite. Y para cualquier otra cosa también.