Bueno, en realidad este título está mal. Debería decir “si yo pudiera cantar”, pues gente que canta bien hay mucha. Yo soy la que no logro ordenar las notas de forma armónica para que me salga un sonido medianamente decente.

Me fascinaría poder cantar. No pido mucho, me conformaría con entonar una balada o cualquier salsita popular. Lo que sea punto com. Pero no puedo. No me sale. Esa es una de las destrezas que le envidio a mi marido, quien canta muy bien. Bailar sí puedo y les comento que me fascina. Y no dejo de soñar con que algún día me visite el hada madrina de las cantantes con su varita mágica y en un ‘bibidibabidibú’ me suelte un encantamiento con estrellitas y todo, que me convertirá en una Celia Cruz o una Rocío Durcal… Aunque me conformo con ser una abuela entonada.

La cosa es que no sé ni cómo se llama el hada madrina de las cantantes y estoy segura de que habrá también un santo patrón de los cantantes, así como la Virgen del Carmen que protege a los pescadores, pero ese tampoco sé cómo se llama, así es que ni para una novena u otro rezo que lo haga mirar en mi dirección.

Se me ocurre que si le dirijo una oración cantada, a lo mejor del susto se apiade de mí. No sé ustedes qué piensan. Cualquier sugerencia es bienvenida. Me consuela que varios de mis hijos salieron a su padre con el oído para el canto bien afinadito y así mis nietos pueden deleitarse con música decente… en verdad muy buena, porque los que cantan, cantan bien… y de paso tocan alguno o varios instrumentos musicales. O sea que no todo está perdido.

Igualmente, me hace feliz que otros han heredado la habilidad para escribir que yo tuve la suerte de apañar de mi mamá y de mi papá. No me fue nada mal con esa genética. Pero me gustaría poder cantar. Esa es mi necedad.

He pensado en tomar clases de canto, pero cuando considero el tiempo que tendría que invertir solo para organizar La vaca Lola, me arrepiento y dirijo mis esfuerzos hacia otra disciplina en la que pueda realmente notar algún progreso.

Por lo pronto le seguiré cantando a mis nietos Los diez perritos o el aserrín aserrán ahí más o menos… no, más menos que más, y como son inteligentes se aprenderán la letra y cuando crezcan un poquito y se den cuenta de que la abuela no cantaba nada bien, registrarán en su mente ese fallo para tener historias para compartir entre primos durante los almuerzos familiares.

Ya los puedo escuchar… “oye, ¿te acuerdas cuando Bita nos cantaba los diez perritos toda desafinada?”. Cuas cuas cuas. Porque si hay algo cierto en esta vida es que, lo mejor de compartir, son las historias que salen a relucir, aun cuando sean en tono de burla. Y a mí no me va a importar si me recuerdan por el desafine o por los mejores derretidos del mundo, con tal de que se acuerden de mí. Creo que voy a dejar esta quejadera de este tamaño.