Cuando estaba escribiendo sobre Cumbres Borrascosas viajé nuevamente al personaje de Heathcliff ─que como les he dicho en otras ocasiones─ ha tentado mi imaginación desde que lo conocí. Cuando leí el libro me imaginé su fisonomía siguiendo las descripciones que nos daba la autora en distintos momentos de la historia y tenía una imagen bastante clara en mi mente, pero cuando lo conocí “en persona” a través de las imágenes de una película, que ya era vieja y en blanco y negro, entonces sí que fue verdad que el corazón me dio un salto.

Quién puede no quedar flechada con Sir Lawrence Olivier. Bueno qué persona a la que llaman la atención los hombres de facciones masculinas, pelo oscuro y ojos expresivos. Hay películas que no parecen pasar de moda. La Novicia Rebelde, por ejemplo, es una de ellas y no importa cuántas veces uno la haya visto, no pierde su encanto. Algo similar ocurre con Lo que el viento se llevó y qué casualidad que Clark Gable y Lawrence Olivier vieron sus obras maestras debutar en el mismo año de 1939. Imagínense si eran viejas cuando yo las vi por primera vez.

Según testimonios de las fans de la época, Gable era el hombre más guapo de la bolita del mundo amén. Quizás, pero de él no me enamoré y de Olivier, un poquito. En algún momento, antes o después de esos amores, me desvié del prototipo de hombre que me hace latir el corazón y decidí querer a Charlton Heston, aunque fue un amor selectivo pues solo lo quería en Ben Hur. Y si no vi la película quince o dieciséis veces no la vi una.

Solían ponerla alrededor de Semana Santa cuando revivían también Los diez mandamientos y La historia más grande jamás contada. Tengo años de no verlas y no sé si es porque ya no las pasan o porque yo me entretengo en otras cosas. No sé tampoco si el Charriot race me va a emocionar igual después de tantos años y tantos novedosos efectos especiales.

A Robert Redford lo quise solo en The Way We Were y creo que fue porque Barbra Streisand lo hizo brillar pues realmente los rubios ni fú ni fá. Lloré mucho en esa película y aquel último encuentro en Nueva York, él muy elegante y ella repartiendo volantes de alguna causa por rescatar… una mirada grita que se siguen queriendo. Ella le acomoda un mechón de cabello, se abrazan con esa divina canción de fondo. Él le pregunta por la hija de ambos. ¡Qué va, creo que voy a llorar en este instante! Y es que cada vez que escucho la canción se me hace un nudo en la garganta. Así soy pues.

Y que no se me quede por fuera Michael Landon a quien adoré como Little Joe en Bonanza y seguí queriendo como Charles Ingalls aka Pa’ en Little House on the Prairie. Y es que también quería vivir en La Ponderosa y en Walnut Grove y cabalgar por las praderas de esa hermosa finca o caminar a la escuelita de madera donde iban todos los niños de Walnut Grove y se sentaban de dos en dos en las bancas.

Creo que Mel Gibson también me hizo ilusión alguna vez, pero muy rápido se descalabró en la vida y se me pasó el entusiasmo. Más recientemente no he decidido si voy a incluir a Russell Crowe y a Gerard Butler en la lista. Butler me tienta más que Crowe, pero ya veremos. Primero me tengo que aprender los nombres.