En las noches, cuando el sueño me elude y no se me antoja hacer más nada, entro a brujulear por las redes. Me siento como en una especie de bochinche silencioso, pues sin pedir permiso ni nada me cuelo en las vidas ajenas. Bueno, en realidad no es sin permiso, son los dueños de las vidas ajenas quienes las hacen públicas.

En esos paseítos descubro, en general, familias perfectas, con vidas perfectas.

A ver, a ver… ¿quién tiene una familia perfecta y una vida perfecta?, me pregunto cada vez. Veo, por ejemplo, a grupos enormes vacacionando, ahí está todo el mundo con sus abrigos y esquíes puestos, sonriendo como si no se hubieran escuchados gritos desde las 6:00 de la mañana, hora en que los niños se empiezan a portar mal y los padres los empiezan a regañar. No señor, por la foto pareciera que todo el mundo se despertó risueño, que los niños recogieron sus chécheres sin que nadie les diera la orden y el desayuno transcurrió en total armonía como en los programas de televisión de los años 50.

Esbozo una sonrisa porque la vida nunca es tan maravillosa como aparece en las redes. Seguro ustedes han leído esos mensajes de amor que hombres y mujeres por igual escriben sobre sus parejas, ya sea porque cumplen años, porque están de aniversario o sencillamente porque quieren gritar a los cuatro vientos que la(o) adoran y que la vida no sería la misma sin él (ella).

Sabe uno, porque lo sabe, lo ha visto y lo ha vivido, que tenían tres meses de no hablarse y que el divorcio no cuajó por un error de dedo. Así es la cosa. Hoy en día está la “vida según las redes” y “la vida real”.

Es confuso, por lo menos para mí que suelo vivir en un total desconecte de las vidas ajenas. Resulta que la noche del desvelo me encontré con “la vida según las redes” de Petra, y tres días después escucho la historia de horror del marido perverso, de la indiferencia de ella, de los traumas de los niños; en fin, no me lo puedo creer porque se acababan de jurar amor eterno.

Supongo que habrá gente mucho más pilas que yo, que está al tanto de las vidas verdaderas de mucha gente, y supongo yo también que cuando ven los cuentos de hadas en las redes, en lugar de creérselos como yo, llaman a una amiga común para decirle “¿viste lo que puso Petra en Instagram? ¡Qué locura!”.

Porque “vidas reales” han existido siempre y la gente las ha sobrevivido. Se me ocurre que era mucho más fácil cuando no había que pretender ante el mundo que “todo es perfecto”, porque dale con la perfección. No sé quién se inventó esa necedad, porque desde siempre sabemos que perfecto solo Dios y no tiene nada de malo ser humanos con defectos y virtudes, con altas y bajas y con vacaciones en que al tercer día odiamos al primo que hasta ese día habíamos amado. Nada de malo tiene.

Yo, por lo pronto, me tendré que matricular en un curso para aprender a leer entre líneas qué es lo que de verdad pasó y pasará antes y después de la foto que veo. A ver cómo me va.