Como ustedes bien saben, dos de nuestros hijos viven fuera de Panamá. Eso significa que para los eventos importantes debemos compartirlos con las familias del otro lado. Lo hacemos de mil amores pues igual nos gusta que esas otras familias los compartan con nosotros, sin embargo, nunca es igual. No es lo mismo amanecer el 25 de diciembre con todos los pollos cerca del gallinero que perderse de las caras de los nietos cuando abren regalos y todo ese rollo.

Igualmente se pierde uno de tenerlos cerca para el Día de la Madre, para los cumpleaños y cualquier otro eventillo que surja por ahí. No es fácil. Claro que con estas modernidades que hay hoy en día por lo menos los nietos pueden verle a uno la cara y así cuando llega la visita no están tan cimarrones porque al menos la cara les es familiar. Por eso estoy muy agradecida.

Ya he aprendido a usar todos esos programas que le permiten a uno hablar, no solo sin que se corte la llamada como sucedía antes, sino casi sintiendo la presencia del interlocutor. Así mis nietos me dan a probar de lo que están comiendo a riesgo de arruinar el teléfono de los papás, pero es divertido ver como ellos sienten la presencia de quienes les hablan.

Hoy les hablo de las fiestas a la distancia pero en realidad es la vida a la distancia la que uno no maneja muy bien. Yo supongo que cuando mis hermanos y yo éramos jóvenes y estudiábamos fuera mis padres sentían el mismo vacío y para colmos no había todos los avances tecnológicos que les acabo de detallar.

Además, y a riesgo de que los hijos se ofendan, están también lo nietos que hacen mucha falta, sobre todo se siente el vacío de no verlos crecer. Algo vemos, pero no ese día a día, las locuritas que surgen de improviso y otros detalles que uno disfruta cuando tiene a la gente cerca.

Hoy en día es más fácil viajar también así es que las visitas pueden programarse con más frecuencia, sin embargo, hay obligaciones laborales y familiares que a veces no permiten que uno se mueva tanto como se desea. Así es la vida. Hay que partirse para poder mantener a la prole cerca.

Revisando los días que han pasado desde que ocurrieron las separaciones tengo que decir que, sin ánimo de echarme flores, manejo bastante bien las ausencias. Entiendo las razones de cada uno y respeto sus decisiones, pero cuando llega Navidad, siempre hay un día en que quisiera tenerlos a todos juntos, aun cuando sea para que se hable en voz muy alta en la casa.

Cerrando pues este año debo concluir que fue muy bueno. En realidad a mi todos los años me parecen buenos, debe ser porque soy una optimista empedernida. Disfruté las visitas y ya he anotado las próximas. La Navidad fue bella con los que estaban y la gozamos un montón.

Así deben ser las cosas. Uno debe aprovechar para sacarle el máximo provecho a lo que tiene, guardar un lugar en el corazón para los que están lejos y mirar con alegría el futuro en que todos se juntarán.