Amigos lectores, ustedes saben que si hay algo de lo que yo me jacto es de mi trayectoria en las páginas de esta revista. Básicamente una trayectoria ininterrumpida que este diciembre llegará a la tierna edad de 25 años. Les he comentado que solo en una ocasión quedó el espacio vacío y fue en aquellos primeros días de la Internet en que estando de viaje, ─específicamente en un aeropuerto intentando enviar un texto,─ algo ocurrió y el susodicho quedó navegando en los espacios desconocidos de ese universo en el que hoy en día vivimos casi todos.

Este año 2020, uno que no sabemos todavía si queremos olvidar para siempre porque se ha ocupado de mantener la agenda vacía de actividades, hubo una corta interrupción dado que la revista Ellas estuvo temporalmente fuera de circulación, pero gracias a Dios y a la misma Internet que una vez me extravió un texto, he podido continuar con mi retahíla de locuritas, incoherencias, recuerdos y sentimientos a los que llamo artículos.

Sin embargo, para añadir a la locura del momento (ya saben, a eso de hablar sola mientras limpio o restriego el cuello de una camisa) hace dos semanas creo que me visitaron las brujas. Y digo creo, pues no tengo memoria de haberlas visto físicamente, pero les contaré el incidente y ustedes me dirán. Todo empieza hoy viernes 24 de julio… creo.

Estoy en casa de mi mamá en mi visita de doñita de cuarentena perfecta a doñita de cuarentena perfecta. Es la segunda vez que me mudo y el evento se da como cada seis semanas más o menos. La estadía es como de diez días. Nos divertimos. Continúo. Me levanto como a las cinco de la mañana y procedo a buscar el artículo del día de hoy para compartirlo en las redes a las que logre enviarlo.

Cuando leo el título El tigre y el helicóptero quedo un poco desconcertada pues no me suena para nada. O sea… sí me suena, pero no me suena a texto producido recientemente. Empiezo a leer…  y sigue el desconcierto ¿por qué estoy haciendo mención a un libro publicado en el año 2011? No lo he vuelto a leer… a santo de qué. ¿Qué está ocurriendo me pregunto? Y empiezo la investigación al estilo Sherlock Holmes. El primer paso es chequear los correos a ver qué fue lo que envié a Roxy y Solangel. ¿Será que no mandé artículo y ellas para no dejar el hueco colocaron “uno de los viejos”? Nop. Ahí estaba en el correo muy feliz como adjunto El tigre y el helicóptero. Me rasco la cabeza como en las cómicas y paso a buscar entre los más recientes donde allí está muy orondo el texto que correspondía al viernes 24 de julio El interruptor oxidado. Continúa vigente el misterio.

Sigo revisando a ver si encuentro la causa de la equivocación. ¿Será que dentro del archivo Diario está justo antes o justo después del que salió publicado? No. Reorganizo todos los archivos por fecha de creación, por nombre, por fecha de modificación y por tipo para ver si alguna de estas formas de presentación del material archivado me ayuda a descifrar por qué apreté la tecla de El tigre y el helicóptero y nada. ¡Vaya usted a saber! No encuentro motivo ni razón más que concluir que las brujas andan jugándome trucos para enredarme la cabeza ahora, justo ahora en que uno no puede darse el lujo de perderla.

Como el suceso me parece de lo más interesante ─por el desconcierto que ha traído a mi vida─ opto por convertirlo en este artículo que hoy comparto con ustedes antes de que regresen las brujas y se lo lleven para siempre. Pero el interrogante no me abandona. ¿Qué ocurrió? ¿Quedará esto como un misterio sin solucionar para siempre, como los de las series policivas de la ‘tele’? Es justo, mientras la idea me atormenta, que caigo en cuenta que lo que debo hacer es echar mano del famoso interruptor del que les hablé la semana pasada. Así pues, en lo que al misterio de ‘El repetido’ respecta el interruptor se pone en off.

PD. Espero no estar incluida en la agenda de las brujas para los próximos días. Una visita por pandemia es suficiente.