En el diario vivir, muchas veces olvidamos realizar acciones que son importantes. Por ejemplo, un día llegamos a casa para encontrar que todo permanece a oscuras, que no hay nada frío en la refri y ¡oh!, nos cae la teja de que no recordamos pagar a tiempo la cuenta de luz –por varios meses- y ahora pues, nada, castigados hasta quién sabe cuándo.  Este olvido generalmente se repara con la situación antes descrita, pues uno escarmienta con un corte de electricidad.

Igual sucede con la multa que nos ponen por manejar con la licencia vencida, o el viaje que tuvimos que cancelar pues no nos dimos cuenta a tiempo de que el pasaporte había expirado –o tenía menos de seis meses de vigencia- lo cual nunca he logrado entender.  Si el pasaporte lo emiten hasta una fecha dada, pues hasta ese día debía uno poder abandonar la patria, pero bueno, ese será tema para otro día.

Sin embargo, hay otras cosas que intrínsecamente son más importantes y que con frecuencia olvidamos.  Sucede que por lo general estos olvidos no tienen consecuencias inmediatas, como un congelador repleto de carne para botar o un dinero perdido por un viaje cancelado, pues son acciones que hasta cierto punto no se ven. Son aquellas que nos dirigen hacia profundizar un poco en el propio yo. Hacia el mejoramiento personal gracias a la propia voluntad.

Que si nos ocupamos de ser mejores, no cabe duda.  Nos matriculamos en cuanto curso, cursillo, seminario o charla que encontremos publicado en medios de comunicación; leemos libros que supuestamente en un dos por tres y gracias a una magia escondida nos convertirán en la persona que anhelamos ser desde los 15 años; pero, se han preguntado alguna vez si son terceras personas las que lograrán nuestras metas.

¿Cuándo fue la última vez que pasaste tiempo contigo mismo? Sin el celular, sin la televisión, incluso sin un libro. ¿Cuándo fue la última vez que dedicaste unos minutos de tu tiempo a mirar hacia adentro, analizar quién eres, qué quieres y hacia dónde vas? ¿Cuándo fue la última vez que rezaste? .

Cada vez es menos común ver a las personas ocuparse en este tipo de reflexiones; el mundo a nuestro alrededor hace mucho ruido, mucho, y nosotros hemos perdido la capacidad de disfrutar el silencio, lugar verdaderamente mágico donde sería mucho más fácil encontrar las respuestas que estamos buscando.

No es un lugar fácil el silencio,  lo reconozco, pues a veces lo que el espejo nos muestra nos asusta.  Más de una vez un examen de conciencia profundo y organizado nos lleva a concluir que andamos muy despistados, súper despistados, completamente despistados. Lo triste es que a veces pasan años antes de que nos demos cuenta.

Será posible que cuando hagamos la lista de las tareas del mes incluyamos en ella una visita con el propio yo; un ratito de oración y el firme propósito de cumplir dichas tareas. Será posible que frente al “mundanal ruido” dediquemos un momento al corazón, al espíritu, a la propia persona. No lo sé, pero creo que si lo anotamos aumentamos la probabilidad de hacerlo.